En un estudio reciente sobre violencia, abuso y explotación sexual contra niños y adolescentes, se encontraron 1,683 casos reportados en fiscalías. De estos, 582 corresponden a abuso sexual.
Los agresores, en su mayoría, fueron el padre, el padrastro, el tío o el cuñado, y ocurrieron en el hogar del menor o del agresor. La mitad de las víctimas tenía 13 años o menos; el 84% era del sexo femenino y el 16% del sexo masculino. Entre los abusos hubo caricias, “brecheo”, charlas sobre sexo, penetración y/o sexo oral. Los daños sufridos incluyen moretones, cortaduras, traumas, quemaduras y hasta fracturas.
Agreguemos: República Dominicana es uno de los 13 países en el mundo con mayor tasa de niños y niñas que contrajeron matrimonio y uniones antes de los 18 años; tiene una de las mayores tasas de embarazo adolescente en América Latina; y la segunda tasa más alta en mortalidad de bebés menores de 1 año, solo superada por la de Haití.
Para 2012, casi 200 mil niños no tenían registro civil. Hasta hace muy poco, menos del 10% de los infantes tenía acceso a la educación preescolar, casi siempre pagada, y en las pruebas Pisa y Prueba Nacionales el país muestra resultados entre los peores. Más de 500 mil personas de 15 años y más, viven en el analfabetismo.
Ante este cuadro terrorífico, de un país atravesado por la violencia sexual, el machismo, maltrato y desprotección de la niñez, la mayoría se involucró en el caso de la niña Yaneisy y su madre Yaneris Rodríguez como si fuera un reality show. Parecen no conocer el país en que viven, o se encumbraron y alejaron tanto (física y/o psicológicamente) que lo olvidaron. Desde su sitial moral no están obligados a ninguna responsabilidad o empatía por lo que ocurre.
No interesó saber que las mujeres de esta familia están golpeadas por el analfabetismo y la carencia de registro civil. Que un hombre comenzó a sostener relaciones sexuales con Yaneris cuando él tenía 52 años y ella recién tenía 15. La embarazó tres veces y abandonó a sus hijas. Que es ahora cuando Yaneris empezó a vivir en una casa donde no se mete el agua. Todo el contexto, el rol de ese hombre que la violó (sí, la violó), el del adolescente implicado y el hombre de 31 años que violaron y mataron a su hija más pequeña, fueron absolutamente minimizados. Juzgar y linchar a la madre se hizo tendencia, un “Dominicana Got Talet” por la moral más alta y la condena más dura.
Pero en lo que se calla, más que en lo que se dice, manifiesta mucha gente su opción por omitir la violencia machista que abusa, maltrata y mata; la niñez desprotegida, el Estado ausente y la catástrofe social en que viven las mayorías. Ha sido la estrategia del avestruz escondiendo la cabeza, o lavarse las manos como Pilatos.
Desde el balcón de un edificio moderno y una cómoda pantalla, desde una vida estable y segura, o desde una burbuja mental y moral, se juzga muy bien. Todo anda de maravillas. Los hijos e hijas viajan en automóvil a donde quiera que vayan. Las compras se hacen en supermercado, los pequeños tienen salas de tareas y actividades vespertinas, regularmente con lindos nombres en inglés. Si algo hiciera falta en casa, para eso están los “delivery” del colmado o la farmacia. Y, casi siempre, una muy cumplidora esposa, o la obediente “muchacha del servicio”, aquella que dejó a sus propios hijos para cuidar hijos ajenos, a cambio de un pírrico salario. El show debe continuar.
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