Washington.- Cuando Mariana decidió ser profesora, «jamás» pensó que tendría que enseñar a los niños a buscar un lugar seguro ante un posible tiroteo. Ahora admite que cualquiera que quiera ejercer esta profesión en Estados Unidos debe estar dispuesto a «dar la vida por sus estudiantes».
En lo que va de año, se han reportado al menos 42 incidentes con armas de fuego en escuelas del país, que han dejado 17 muertos y 32 heridos, de acuerdo con datos de la organización Everytown for Gun Safety. El último, en el colegio The Covenant en Nashville (Tennessee), se cobró hace dos semanas la vida de seis personas, tres de ellas menores de edad.
Mariana, quien utilizó un nombre ficticio porque no estaba autorizada a hablar públicamente del asunto, es maestra de niños de 3 y 4 años en un colegio de Washington que participa en simulacros para prepararse ante esta situación.
En ellos, la profesora recibe directrices sobre cómo actuar, pero echa en falta formación para tratar el tema con los alumnos. Mariana opta por no contarles qué es un tiroteo, ya que cree que al ser tan pequeños, aunque «podrían llegar a entenderlo», no tienen «esa madurez» para procesarlo.
Los simulacros exponen a los niños a esta idea antes de que lo puedan hacer los propios padres, señaló a EFE Ayesha, madre de una niña de 6 años a la que le ha hablado de todo tipo de emergencias, incluidos los tiroteos.
Su hija conoce dos colegios que han sufrido un ataque y es consciente de lo que debe hacer si ocurre. Aunque Ayesha, que vive a las afueras de la capital estadounidense, cree que, al ser afroamericana, es «más probable» que la niña experimente violencia racial que este tipo de incidentes.
«Enseñar seguridad ante las armas a una niña de 6 años en una casa en la que no hay armas y donde no hay nadie cerca que tenga armas no tiene sentido. ¿Seguridad es saber cómo manejar un arma? No», aseveró.
Seis de cada diez estadounidenses (58 %) sí afirman haber hablado con sus hijos o con otros familiares al respecto, según una encuesta publicada esta semana por la ONG Kaiser Family Fundation.
Para la experta en crianza Eirene Heidelberger, la única razón para hablar de ello es si el centro educativo participa en esos simulacros: «Si no, ¿por qué infundir miedo a tu hijo sobre un lugar donde pasa siete horas al día?».
A su juicio, los menores de 6 años «no necesitan oír hablar de tiroteos escolares». A partir de esa edad ya están preparados, sobre todo porque empiezan a estar expuestos a la televisión y redes sociales. Y a los 12 años tratar el tema se vuelve imperativo.
La responsabilidad de los padres aumenta cuando hay armas en la casa. Heidelberger apuntó que ambas figuras parentales -de ser el caso- deben ir a la par y ser comunicativos con sus hijos, puesto que un niño de 2 años ya entiende las expresiones «no» y «no tocar».
Sin embargo, padres como Manuel Oliver cuestionan el objetivo de una conversación sobre tiroteos escolares, a diferencia de otras problemáticas como las drogas, algo de lo que sí se puede prevenir a un joven.
Oliver perdió a su hijo Joaquín en febrero de 2018 en el tiroteo de la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland (sur de Florida), donde hubo 17 muertos.
«¿Cuáles serían las indicaciones de esa conversación? ¿Cómo hubiera hecho Joaquín ese día para sobrevivir? ¿Qué necesitamos, que nuestros hijos de 17 años también tengan un arma en la cintura?», planteó a EFE.
Para él, la educación tiene que ir más allá y enseñar a los hijos a cambiar esta realidad: «Yo me niego rotundamente a que los padres asumamos que fracasamos y que no podemos hacer nada más que resignarnos», reivindicó.
De lo único que se arrepiente Oliver es de «no haber estado tan involucrado» con la causa antes de la muerte de su hijo. Junto a su mujer, Patricia, creó la organización «Change The Ref», con la que lanzan mensajes para concienciar a la población como el de la campaña impulsada esta semana: «Envía a tus hijos a la guerra, es más seguro que enviarlos al colegio».
La serie de anuncios «#NewRecruits» («Nuevos reclutas») de esta iniciativa quiere difundir que desde 1963 cerca de 193,000 niños y adolescentes han muerto por armas en EE.UU., una cifra que cuadriplica el número de soldados estadounidenses que han perdido la vida en todas las guerras combinadas desde entonces.
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