Nuestro país, de mucha pobreza y desigualdad, estuvo mal acostumbrado por Balaguer a que los servidores públicos recibiesen sueldos de miseria. Ello motivó el “picoteo”, precursor de grandes corrupciones. Mucha gente honesta ambicionaba un empleo gubernamental porque el Estado era el mayor empleador.
Actualmente, cualquier gerente medio que tenga un sueldo de empresa privada difícilmente acepta sacrificarse por la patria por una compensación de apenas una fracción de su salario, a menos que pretenda “buscársela”. Hay cargos cuya responsabilidad obliga a remunerar adecuadamente al recurso humano necesario. Malevos con fines espurios intentan desacreditar funcionarios enrostrándoles que “ganan mucho”. La verdad es que los empleados públicos, incluidos esos “denunciados”, ganan poquísimo.
El PIB dominicano, el valor en dinero de todos los bienes y servicios producidos, se acerca a cien mil millones de dólares anuales. Ningún directivo alto de una empresa de ese tamaño trabaja por menos de US$500,000.00 anuales; el promedio en Estados Unidos para presidentes de grandes compañías es de US$15 millones al año. Tampoco hay “botellas” ni trabajadores innecesarios. El debate sobre sueldos está mal enfocado.
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