Ginebra.- La concentración de arena y polvo en la atmósfera a nivel global fue en 2023 inferior a la de 2022 pero siguió estando por encima de la media de los últimos años, indicó este viernes la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
La agencia meteorológica de la ONU recordó que cada año tormentas de arena y polvo llevan a la atmósfera 2.000 millones de toneladas de estas partículas contaminantes, que pueden viajar miles de kilómetros, un fenómeno que afecta negativamente a economías, ecosistemas y al clima.
Parte de ello es producto de la acción humana, resultado de la mala gestión de recursos acuáticos y de la tierra, indicó la OMM.
El calentamiento global, también acelerado por la acción humana, produce sequías y evaporación que reducen la cobertura vegetal del suelo, lo que también contribuye a un aumento de las tormentas de arena y polvo, recordó la secretaria general de la organización, la argentina Celeste Saulo.
La mayor concentración de estas partículas en el aire el pasado año, de hasta 800-1.100 microgramos por metro cúbico, se registró en áreas de Chad, mientras que los niveles más altos en el hemisferio sur se midieron en zonas del centro de Australia y la costa oeste del África meridional, indicó la organización de la ONU.
Las regiones más vulnerables a la llegada de arena y polvo arrastrados de zonas desérticas o secas fueron el oeste de África, el Caribe, Sudamérica, el Mediterráneo, el Mar Arábigo, la Bahía de Bengala y el centro y este de China.
En esta última zona se sufrió la mayor tormenta de arena el pasado año, durante el mes de marzo, cuando partículas procedentes de Mongolia se extendieron por 20 provincias de China, afectando más de cuatro millones de kilómetros cuadrados.
También hubo tormentas que cruzaron océanos enteros, como las que transportaron arena desde África a zonas del Mar Caribe, recordó la OMM.
La agencia indicó que algunas consecuencias de este aumento de las concentraciones de arena y polvo son positivas, por ejemplo, en materia de biodiversidad marina, ya que estas partículas transportadas y depositadas en los océanos pueden favorecer la generación de fitoplancton y con ello aumentar el alimento de numerosas especies.
Algunos estudios, por ejemplo, han calculado que a consecuencia del esto ha contribuido al aumento de poblaciones en especies como el bonito, y gracias a ello las capturas pesqueras de este tipo de atún se han multiplicado por 250 en las últimas siete décadas.
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