Alguien me pregunto cuál era el color favorito de mi madre; creyó que la respuesta sería rápida y fácil, pero me aturdí al pensarla. Mamá Sila fue una ama de casa, generosa, casada con un agricultor, campesino como ella y se dedicó, básicamente, a la crianza de los hijos. ¿Cuál era su color favorito? No lo pudo precisar. Busque en el baúl de los recuerdos, cuál era el color de las paredes de la casa, forros de los muebles, sus vestidos, etc. pero lo único que de inmediato llega a mi memoria es su dulce mirada, su tierna sonrisa, sus cantos mientras cocinaba, su gracia bailando con papa Horacio, las flores que cultivaba en el jardín, su manera de expresar amor preparando un cafecito o comida para su esposo, hijos, familiares, amigos, vecinos ¡su noble corazón!.
Lluvia de imágenes como esas, llegaron a mi mente, pero no logre dar con su color favorito; pienso que no lo tenía; los trajes, carteras, zapatos, accesorios todo lo que le obsequiaban con cariño, los usaba sin darle importancia al color, calidad o marca; sonreía al destacar el afecto que envolvían y que ella sentía por quienes se lo regalaban.
En fin, si supiera cual es el color de la humildad, paciencia, amor, perdón, honestidad, generosidad, de la fe en Dios, de la búsqueda de armonía familiar, con rapidez hubiese localizado el color favorito de mi madre; eran valores que llevaba en su interior, que esgrimía, sembraba, eran sus lecciones día a día, era lo que buscaba y proyectaba por doquier.
Indiscutiblemente, el amor y la paz espiritual no tienen color favorito para anidarse en las personas; por eso llegan a todos, no importa la raza ni color de la piel. Mi madre fue eso, una fuente de amor, paz, ternura, que solo busco la armonía familiar y ayudar al prójimo, que tendía las manos a la familia, amigos, desamparados y todo el que la necesitaba, sin tener en cuenta clase social, raza ni color de la piel; no se detuvo a enfocar esos detalles; buscaba el intimo sentir del ser humano, sus valores espirituales; amaba ir a la iglesia para escuchar “su idioma”, de sus sentimientos.
Quizás mamá Sila tuvo color de preferencia, pero no se percató o quizás sin proponérselo, no permitió que cosas tan elementales, como un matiz, robaran la esencia de las personas o cosas: los hermosos valores que arropaban… Hoy, ella descansa en la morada celestial, que, sin color preferencial, recibe a todos los que esgrimen en vida, las pinceladas hermosas del alma, sin afanarse por proyectar los materiales. Bueno, reflexionando al respecto, tengo luces y creo tener una respuesta adecuada… ¡todos los colores eran favoritos de mamá, si con ellos se destacaban el amor y la paz!
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