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Cuando el poder hastía

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Miguel Guerrero.

El ejercicio prolongado del poder corrompe las estructuras del Estado y a quienes  lo usufructúan. Y el resultado natural es el desencanto, la frustración y el hastío de los ciudadanos. Pasó con Trujillo en el país, con Somoza en Nicaragua, pasa en Venezuela con Chávez y ya se dio el caso en Cuba con los Castro.

Juan Almeida, un hijo del comandante Almeida, uno de los personajes más poderoso y siniestro del régimen castrista durante medio siglo, publicó hace tres años un libro que es toda una bomba en el que se cuestiona seria y acremente la revolución y la honestidad de sus líderes. Por el internet circula un fragmento de esa obra titulada “Memorias de un guerrillero cubano desconocido”, en donde el hijo del comandante Almeida, hace la siguiente reflexión:

“Yo soy sólo un ser humano que se crió y se formó entre corruptos, inmodestos y modernos corsarios que jugaron a ser estrictos, sencillos y guardianes del honor, pero olvidaron callar frente a los niños. Porque este niño creció admirando esos vicios heroicos y vandálicos que apologetizaron nuestros líderes haciéndome ver que el asalto a un cuartel, en un país con leyes, puede ser una cosa justa. Haciéndome ver que subvertir países con ideas extranjeras, usando métodos ilegales, era algo necesario. Haciéndome ver que los problemas del Estado se solucionan más fácilmente si ahuyentamos a nuestros propios ciudadanos. Haciéndome ver que repudiar, desprestigiar, pisotear, golpear, escupir o encarcelar era una buena opción para aquellos que no piensan como el sistema exige. Haciéndome ver que el pueblo es una masa amorfa y lejana a la que se tiene en cuenta desde un estrado para elogiarla un poco, azuzarla otro tanto y luego regresar al aire acondicionado. Me hicieron ver tantas y tantas cosas que terminé confundido como millones de cubanos que no sabemos la diferencia exacta entre el bien y el mal”.

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@GuerreroMiguele

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