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Cuba no cambia

Cuba no cambia pero todavía movimientos internacionales que se autoproclaman progresistas, mantienen viva de la farsa de aquella llamada Revolución.

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En 1960, analizando en su nota editorial  la  tensa situación creada entre el  régimen castrista y el gobierno estadounidense, el influyente periódico The New York, concluyó su enfoque sentenciando “Cuba es un peón de la guerra fría y el destino de los peones es ser sacrificado”.  Sesenta años después el certero pronóstico se mantiene vigente.

Sometido a  un severo régimen represivo de carácter policíaco-militar y a un sistema económico estrepitosamente fracasado, que mantiene sumida a su población en un estado de persistente pobreza sin asomos ni esperanzas de mejoría, el país permanece estratificado en el tiempo, girando en un interminable círculo de promesas incumplidas y utópicos proyectos fracasados, donde sin el menor espacio para el respeto de  los derechos humanos y las libertades civiles palabras que no figuran en su diccionario.

Hoy precisamente la aguda pluma analítica de Inés Aizpún aborda el tema bajo el título “Cuba no Cambia” en la leída columna Antes del Meridiano que publica Diario Libre, y de cuyo contenido nos hacemos eco solidario.  Dice así:

“No parece que las cosas estén cambiando en Cuba. En poco más de dos semanas Prisioners Defenders y el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas han levantado la voz de alarma sobre la represión en Cuba.

Prisioners Defenders alerta que Cuba tiene el ratio de presos más alto del mundo: 794 por cada 100 mil habitantes. Son datos “oficiales” de la Dirección General de Prisiones de Cuba, así que son difícilmente desmemtibles o atribuibles a una conspiración de las fuerzas del Imperio.  La represión no es solo política y hay condenas a trabajos forzados. 38,000 presos no tienen antecedentes penales y alrededor de dos mil son disidentes que militan en alguna organización opositora.

Por otro lado, Urmila Bhoola, relatora especial sobre las formas contemporáneas de la esclavitud y María Grazia Giuammarinaro, relatora especial sobre la trata de personas, ambas trabajan para las Naciones Unidas, denuncian que las misiones médicas internacionales cubanas ha sido denunciadas por los propios participantes sobre varios aspectos: falta de contrato, retención de parte del sueldo por el gobierno cubano, más de 64 horas laborales a la semana, seguimiento del régimen, penas de hasta ocho años de cárcel si abandonan la misión…

Sigue la represión y sigue el oscurantismo. La epidemia de dengue de 2019, por ejemplo, ha sido minimizada por las autoridades pero ampliamente divulgada por medios alternativos como aviso del colapso del sistema de salud, una de la joyas del régimen castrista.

Cuba no cambia pero todavía movimientos internacionales que se autoproclaman progresistas, mantienen viva de la farsa de aquella llamada Revolución.

Toca plantearse qué y quién merece ser llamado progresista.  Las palabras importan pero ya están vacías.

Por nuestra parte, no agregamos palabras. Son innecesarias.   En esa contundente exposición está concretado el drama de un pueblo al que unen tantos lazos fraternos e históricos con el dominicano, privado desde hace seis décadas de ejercer el postulado martiano de “pensar y hablar sin hipocresía”.

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