En este tinglado continental Cuba representa la revolución de orientación socialista del pasado siglo, considerablemente estatizada, no abatida ni por el cruel y devastador bloqueo gringo, ni por los estragos económicos de la desintegración de la URSS y el denominado “campo socialista”.
Su sobrevivencia tiene mucho de hazaña después de “des-merengado o desfrenetado” el llamado socialismo real euro-oriental, la subsiguiente restauración capitalista en esa parte del planeta y el avance de reformas pro-capitalistas en los modelos asiáticos dirigidos por sus respectivos Partidos Comunistas dentro de una economía de Estado reformada, más eficiente y con fuerte vocación social; aunque estás experiencias asiáticas (China, Vietnam, Laos…), exitosas desde el punto de vista del crecimiento y generación de riquezas, se le presenta a manera de “tentación” en condiciones obviamente mucho más adversas.
Nueva dinámica.
Admitida la crisis de su modelo predominantemente estatista-burocrático, evidente su prolongado estancamiento y los riesgos de su continuidad, la revolución cubana ha entrado en una contradictoria fase de lenta movilidad; debatiéndose a lo interno entre socializar o privatizar lo estatal (como propiedad o como usufructo), entre conservar o no una alta proporción de propiedad estatal, entre eficientizar la gestión estatal o avanzar hacia la autogestión y la cogestión obrero-popular… con un desbalance hasta ahora no muy favorable a la socialización de lo estatal.
Han estado presente también las diversas visiones respecto a concebir o no un mercado vinculado a la ampliación de las privatizaciones e inversiones extranjeras, respecto a si abrir o no las compuertas de la contratación de trabajo asalariado a nivel privado y respecto al alcance del cuenta-propismo y su conversión o no en pequeñas empresa capitalistas o en futuras áreas asociativa y los alcances de las cooperativas.
Ocupan un lugar relevante temas como centralización-descentralización, estado-partido, relación entre verticalismo y horizontalidad en materia de debate y conducción, democracia y autoritarismo, representación y participación.
Desde fuera está la amenaza permanente de la nefasta contrarrevolución imperialista y gusana, encubierta tras demandas de liberalización política, economía de mercado, libre comercio, iniciativa y propiedad privada; acompañada de planes de desestabilización y de agresión militar.
Resistencias, impulsos y resultados inconclusos.
La herencia estatista-burocrática es demasiado fuerte y eso explica la resistencia a la socialización y la democratización participativa e integral (económica, política, social, cultural, de género y generaciones); explica también la lentitud de la opción consistente en reformas pro-capitalistas combinadas con una fuerte economía estatal modernizada y reestructurada.
Pero el freno a ciertas pautas o intenciones y/o a la lentitud en otras, también se debe al significativo peso de la conciencia colectiva anti-capitalista, antiimperialista y prosocialista –activada por una militancia y una intelectualidad de vanguardia- que cuestiona las privatizaciones, la autorización del empleo de mano de obra asalariada a nivel privado, la concesiones de propiedades públicas en usufructo para establecer formas de explotación capitalistas, el cuenta-propismo abierto a la contratación de trabajo asalariada, las inversiones extranjeras débilmente reguladas y/o perjudiciales a la sanidad ambiental o al patrimonio natural (campos de gol, transgénicos…).
Si en Cuba es una virtud la resistencia a las reformas políticas de corte liberal y neo-liberal, no lo es a la democratización de corte socialista-participativa, a las formas de democracia directa, a la ampliación y ejercicio del poder popular, al debate horizontal, a la democracia en los centros de producción, estudio, servicios y medios masivos de comunicación; no lo es la resistencia a los cambios institucionales, constitucionales y sistémicos que amplíen el control social y ciudadano sobre el Estado, el poder de revocación del pueblo y la libertad de expresión y debate, que contribuyan a superar el monopolio en el ejercicio político más allá de lo formal y socialicen la vida política.
El debate en ese orden ha dado ya algunos frutos limitados en la ampliación las discusiones internas, en las proclamas a favor del espíritu crítico en el partido y la sociedad, en las exhortaciones contra las autocensuras, la extensión e intensidad de los debates internos, ampliación de los derechos sindicales y el crecimiento de la insumisión, que el propio presidente Raúl Castro ha asumido.
La resultante de todo esto es una mayor movilidad, una tendencia a cambiar y reformar, pero todavía con predominio del gran monopolio de estado acompañado de la compactación de las entidades gubernamentales, de regulaciones y normas en busca de mayor eficiencia y de una autonomía en las funciones estatales con vigilancia del partido sobre los planes y las conquistas históricas, pero sin control de la sociedad y sin poder ciudadano activo.
A la vez, en materia económica y social –al tiempo de preservar los enormes éxitos y el carácter social en materia de salud, educación, deportes, alimentación y logros científicos- han predominado las decisiones a favor de reformas orientadas a promover limitadamente la propiedad privada, el usufructo privado de la tierra en mayor escala, la explotación del trabajo ajeno a nivel privado y el cuenta-propismo sin norte asociativo.
Así mismo se ha favorecido el mercado en función de las áreas privatizadas o privatizables, cierta desprotección social en materia de empleo y gratuidades, poco impulso a la cooperativación y a otras formas asociativas y, en general, se evidencian recias resistencias burocráticas a convertir progresivamente a los/as trabajadores/as en reales dueños, gestores o co-gestores directos de las empresas públicas, esto es en productores-propietarios de los medios de producción, distribución, servicios y comunicación colectivizados.
Los avances en materia de estímulo al debate, a la crítica, a la participación; en materia de democracia interna en el partido y las organizaciones sociales; en materia de libertad de opción sexual, de los derechos de la mujer y de la juventud, de procesos asamblearios (no simplemente formales)… aunque en sí mismo importantes, no rebasan las esencias de un modelo político y estatal unipartidista, verticalista a nivel de Estado y de partido y en la relación de ambos con las organizaciones sociales tradicionales, lo que no quiere decir que no estén positivamente agrietados la uniformidad y el monolitismo a favor de la diversidad crítica.
Tampoco rebasan las esencias de una cultura dominante patriarcal y adulto-céntrica.
Retos y retos: Cuba y nuestra América.
Así las cosas, mientras una parte de los pueblos de nuestra América tienen el reto de derrotar a las derechas en el poder y desmontar la recolonización neoliberal, y otros la de completar avances hacia modelos post-neoliberales y transitar de procesos reformadores y reformistas a transiciones revolucionarias de orientación socialista; el pueblo cubano y sus sectores de vanguardia tienen –además de derrotar el bloqueo y los planes de agresión imperialistas- el desafío de transitar del modelo estatista y la autodeterminación conquistada al nuevo socialismo, a través de la socialización de lo estatal y la democracia socialista-participativa.
Procesos todos que confluyen hacia la gran meta de una Patria Grande liberada y socialista, en tránsito hacia el comunismo del siglo XXI.
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