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Batalla Electoral 2024

Danilo Medina o el mito de gobierno

José Carlos Nazario.

José Carlos Nazario.

El presidente decidió tomar la ruta de la frescura. Optó por quitarse la acostumbrada corbata sobria y el traje oscuro. Rompió filas con la imagen abierta y cercana. Acierta. La necesidad de diferenciarse de un predecesor con las condiciones de Fernández y de asentar su figura en los tiempos actuales impone tal actitud. La comunicación de Medina es efectiva y atrayente y así lo demuestran las últimas encuestas. Cruzar charcos, conversar con la gente, hacer visitas sorpresivas, genera confianza y percepción de interés por lo que sucede en nuestro país. Nada más lejano del Leonel que miraba hacia abajo desde su trono en las nubes.

Ya es un cliché la derivación de McLuhan: la forma es el fondo. Sin embargo, es bastante efectivo para diferenciar el perfil. Construir un estilo propio, nuevo y abierto a la gente, funciona para romper con el interés de poner al gobierno en el mismo saco de las administraciones pasadas.

Pero más allá del estilo del presidente, el gobierno dominicano luce flojo en materia de comunicación. Más allá de Medina, y de la funcionalidad de los reportes informativos, la lógica de la comunicación gubernamental tiene serias dificultades de fondo. La dinámica hacer-informar que viene llevando a cabo el Ejecutivo puede ser útil en el corto plazo. No obstante, hacen falta esfuerzos pensados, planificados, para instalar en la agenda pública un mito de gobierno y detener la visión reactiva de la comunicación.

La luna de miel del presidente con los humores públicos termina. El caso “Bahía de las Águilas” amenaza con quitarle el sueño a la cúpula gubernamental. Su magnitud es insospechada y las herramientas comunicativas con que cuenta el Poder Ejecutivo son limitadas. Así vendrán muchos temas y con ellos, nuevas pesadillas para el poder. ¿Por qué? Fácil: no se ha logrado construir una serie de representaciones, una síntesis de los conceptos claves en el discurso oficial: un relato.

Los vientos de hoy no necesariamente serán los de mañana. Para enfrentarlos, ¿con qué marcos cuenta el gobierno de Medina? ¿Cuáles campos o rumbos servirán de justificación para sus acciones, omisiones o yerros? ¿El estilo abierto y desenfadado? ¿La forma aplicada y metódica con que el gobierno ha venido abordando los compromisos con su programa? No basta. Se requiere construir un sistema de valores que, aglutinados, sirvan como puerta de entrada a una dimensión relacional con los ciudadanos. Es decir, los mensajes, el lenguaje, deben funcionar como proceso de entrada a una semiótica propia, construida y alimentada desde la acción y la información. Una puesta en escena que active inferencias claras en la experiencia de la gente.

No se trata de comunicar valores nombrándolos. Se trata de tener un hilo diferencial en toda la comunicación (instituciones, vocerías, discursos, publicidad, informaciones), marcando y subrayando objetivos y dinámicas. Un marco que defina su situación (a partir de diversos matices) en la cabeza de la gente: un mito de gobierno.

El consultor argentino Mario Riorda afirma, parafraseando a Majone, que un gobierno requiere razones para mostrar y justificar sus actuaciones. Esas razones no pueden estar signadas por una agenda que desde la racionalidad técnica se limita a responsabilidades mecánicas. La capacidad argumentativa del Ejecutivo se verá cada vez más reducida en la medida en que los problemas públicos avancen como pirañas sobre la agenda y la legitimidad y frescura queden relegadas por el tiempo.

¿Cómo construir consensos sin un rumbo en la performance, en la generación de percepción en la gente? ¿Cómo abordar los temas espinosos, si la gente no tiene idea de hacia dónde y qué se construye? La representación de una serie de valores comunes, inclusivos, permitiría administrar el disenso, lograr alianzas y superar escollos sin mayores lesiones. Pero para esto, claro está, es necesario creer en la comunicación más allá de lo informativo, más allá de la visión reduccionista del periodismo y el marketing, que limita a la difusión lo que debería ser integralidad, coherencia y estrategia.

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