Dios es amor

El amor es uno de los grandes sentimientos que Dios puso en nuestros corazones para que cada día lo cultivemos con todos los que nos rodean, sin cansarnos nunca de amar. Porque solo así somos verdaderos  seguidores de Dios.

El amor no es sólo un sentimiento que debe embellecer nuestros corazones y alumbrar nuestras vidas. Amar es un mandato expreso y directo del Creador. Los que no sentimos hijos de Dios porque hemos asumido a Jesús como nuestro señor y Salvador, debemos siempre tener en nuestros labios y en nuestros corazones el lenguaje y la práctica del amor.  En la primera epístola de Juan, capítulo 4, versículo 8, se dice una gran verdad: “el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”.  Nuestro supremo Creador y Padre nos trajo el mundo y nos ensenó a amar y a entregarnos a los demás porque solo de esa manera caminamos por la senda correcta. Y él nos amó tan grande e intensamente que fue capaz de enviar a su hijo a la tierra para que muriera por nosotros. El amor purifica el alma, cultiva la alegría, multiplica los sentimientos, adorna los labios, enternece el trato y nos acerca a Dios. Amando demostramos que somos hijos de Dios y que estamos en la senda de su ejemplo y de su bondad. Tenemos que amar sin cortapisas ni prejuicios. Amar a Dios sobre todas las cosas, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, amar a los que nos aman e incluso brindar amor a quienes nos hacen daño o nos desprecian. Solo sembrando amor cosechamos amor. Si tienes una persona que no quiere saber de ti, que habla mal de ti, que te difama y te menosprecia, no le respondas con odio, dale amor, siembra cariño y ternura en su corazón y todo será diferente. Si tu esposo o esposa te ha tratado con odio, dale amor. Si tu hijo o hija se ha peleado contigo, siembra amor en sus corazones y cultivarás comprensión y ternura de ellos. Si tu jefe te ha tratado mal, si tu compañero de trabajo te odia por algún problema, abre tu corazón a ellos y bríndale todo el amor que puedas darle para que impactes sus vidas y la situación cambie para bien. No se puede amar a Dios si se está odiando a un hermano, o un amigo o un familiar. El amor a Dios limpia nuestros corazones de todo sentimiento de odio y de resentimiento.

Y cuando ames, hazlo sin temor. El versículo 18 del capítulo 4 de primera de Juan, lo dice muy preciso: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor: porque el temor lleva en sí castigo”. Quien ama, no teme. Quien ama, está cerca de Dios. Quien ama encuentra tranquilidad. Porque “Dios es Amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en El”.