¿Está el sistema político dominicano cumpliendo sus funciones de regulador del conflicto social? Hay indicios de que en este aspecto algo está fallando.
Mucho de lo que sucede en las interacciones cotidianas de los miembros de la sociedad está determinado por el funcionamiento del sistema político, en el que la dinámica competitiva entre las fuerzas políticas que pretenden ocupar cuotas mayores en la conducción del Estado fortalece la cohesión social. El juego democrático competitivo, a través del sistema electoral, sirve para la agregación de preferencias y discrepancias en una lógica en la que las partes que compiten asumen la validez y legitimidad del tramado institucional, con lo que se refuerza la pertenencia a un marco mayor, una pertenencia competitiva y en la que cada cual quiere “ganar”, pero a la que todos y todas pertenecemos.
Superada la fase electoral, quien ejerce la cuota principal de gobierno (porque, de alguna manera siempre se co-gobierna) tendrá que trabajar para incrementar el consenso en una lógica a la que ya hemos dedicado algunos artículos.
Adicionalmente, las fuerzas políticas procesan parte del conflicto social al brindar una dinámica y unos canales y escenarios a través de los cuales, en teoría, se agregan intereses y puntos de vista que terminan aportando a la integración social.
Este es el aspecto que en los últimos tiempos se ha hecho evidente: la disfunción de nuestro sistema político. Lo que se denomina como “clase política” ha perdido parte de sus atributos como mediación entre actores conflictivos y como productor de consenso, originándose un alejamiento respecto de la sociedad, a la cual la práctica política cotidiana no parece estar haciendo una contribución positiva.
Las causas, consecuencias y soluciones frente a esta disfunción deberán ser objeto de nuestra atención, porque su importancia es indiscutible.