REDACCIÓN.- El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha manifestado su interés en adquirir Groenlandia, la isla más grande del mundo, en lo que podría convertirse en la mayor expansión territorial en la historia del país norteamericano. Según informó el New York Post, Trump considera que la posesión de Groenlandia es «una necesidad absoluta» para los intereses de seguridad nacional y libertad global.
La propuesta ha causado revuelo tanto en el ámbito internacional como dentro de Estados Unidos. Trump comparó la posible adquisición con hitos históricos como la compra de Luisiana en 1803, la anexión de Texas en 1845 y la adquisición de Alaska en 1867. Groenlandia, con una superficie de 2,1 millones de kilómetros cuadrados, supera ampliamente el tamaño de cualquiera de estos territorios.
Un rechazo categórico
Sin embargo, la respuesta desde Groenlandia y Dinamarca ha sido clara. Las autoridades de la isla, que ha sido controlada por Dinamarca durante casi 300 años, afirmaron: «No estamos a la venta y nunca lo estaremos». Este rechazo contundente refleja la postura histórica de Groenlandia como un territorio autónomo dentro del reino danés, con un gobierno propio y una rica cultura inuit.
¿Geopolítica o ambición histórica?
Según fuentes citadas por el New York Post, Trump habla «100% en serio» sobre su intención de comprar Groenlandia, argumentando que los imperios que no crecen corren el riesgo de desmoronarse. Más allá del simbolismo histórico, la isla representa un punto estratégico clave en el Ártico, una región de creciente importancia geopolítica debido al cambio climático y las disputas por recursos naturales.
La declaración ha desatado una ola de comentarios en redes sociales. En tono irónico, el hijo de Trump compartió una imagen en la que su padre aparece «comprando» Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá en Amazon.
Un plan polémico con escasas probabilidades
Aunque el interés de Estados Unidos en Groenlandia no es nuevo —ya en 1946 el presidente Harry Truman ofreció 100 millones de dólares por la isla—, las probabilidades de que esta propuesta se concrete parecen mínimas. Dinamarca, miembro de la OTAN y aliado de Estados Unidos, ha reiterado su negativa, subrayando la importancia de respetar la autonomía de Groenlandia.
Mientras tanto, la propuesta plantea interrogantes sobre las prioridades de la administración Trump en política exterior. ¿Es esta una estrategia para reforzar la influencia estadounidense en el Ártico o una muestra más del estilo controvertido del presidente electo? Lo que está claro es que la idea ha puesto a Groenlandia en el centro del debate global, aunque por razones que muchos consideran poco realistas.