REDACCIÓN.- El jurista y amigo José Luis Taveras, admirable expositor, orfebre de las palabras y escultor del pensamiento, ha dicho lo siguiente en una de sus brillantes columnas:
“Abogo por una oposición sustantiva. La que tenemos es chatarra. Su única pancarta es una lista de precios sin comparar circunstancias. El tema debiera ser quién gestiona mejor o no la crisis. No ignorarla. Hacer política con tanta ligereza es irresponsable. La gente se da cuenta”.
Estamos ante una verdad irrebatible y que no puede ser mejor descrita.
Sin embargo, la pobreza en el ejercicio político no solo corresponde a la oposición.
Es un mal que arrastra a presidentes, ministros, directores y a otros tomadores de decisiones de la burocracia estatal.
Y creo, apreciado José Luis, que es un juego de todos dirigirse al país con un lenguaje primario, populista y clientelar.
Asumen un estilo tan llano que casi ofende porque presuponen que el auditorio al que se dirigen está compuesto por borregos.
De hecho, desde la esfera gubernamental se toman medidas que no resisten el más mínimo análisis de inteligencia, lógica y sentido de oportunidad.
Aquí no hay escuela de formación política, pero tampoco existe la que puede ayudar a contar con capital humano competente en la administración pública.
Con la oposición pública chabacana, a veces envuelta en retórica preciosista sin valor y una burocracia llena de cuadrúpedos, andamos muy mal. Ese es el problema, querido José Luis.
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