Necesitamos regeneración política

En la República Dominicana, la política debería ser el arte de gestionar lo público con miras al bien común.

Sin embargo, nos enfrentamos a una realidad donde la degradación del ejercicio político compromete la conducción del Estado, la toma de decisiones y, en última instancia, el futuro de nuestra nación.

La desviación hacia agendas privadas e individuales, en lugar de las demandas colectivas, ha erosionado la eficacia de nuestra gestión pública.

Este fenómeno no solo entorpece el avance social y económico, sino que también mina la confianza en nuestras instituciones.

Un término que encapsula la sombra de corrupción y oportunismo que se cierne sobre nuestra política es lo que yo llamo la “para militancia.”

Se trata de individuos que buscan beneficiarse a costa del Estado, que, al final, somos todos nosotros.
Esta práctica no solo es un robo a la ciudadanía, sino también un atentado contra la integridad de nuestro sistema político.

La democracia se ve amenazada cuando narcotraficantes, lavadores de dinero y otros delincuentes de cuello blanco encuentran refugio y voz dentro de los partidos.

Producto de la mala política, la calidad del debate público ha caído en picada.

Nos inundan con spots de mal gusto, promesas vacías y una estética descuidada que nos alejan de los verdaderos problemas y soluciones que nuestra sociedad demanda.

Debemos exigir y trabajar por una política que se enorgullezca de su transparencia, su ética y su compromiso con el desarrollo sostenible de la República Dominicana.

La regeneración de nuestro ejercicio político no es solo una necesidad, sino un deber para con las presentes y futuras generaciones.