SANTO DOMINGO.- Tengo años expuesto desde el periodismo a las rendiciones de cuentas de los presidentes.
Pero también llevo mucho tiempo observando la reacción de la oposición.
En ambos casos los actores son predecibles.
Los presidentes recogen su antología de logros, pero nunca presentan una lista de fracasos, de las metas no alcanzadas.
Se dirá que un gobernante no está para insuflar pesimismo a su pueblo, sino ánimo y entusiasmo.
Quizás por eso los mandatarios son extremadamente selectivos con las cifras de impacto.
Vamos a aplaudir los éxitos que de las fallas habrá tiempo para ocuparse. Esa podría ser la lógica.
El presidente Abinader presentó este domingo una rendición de cuentas con pantalones largos.
Dos largas horas, abundantes cifras, datos aparentemente concretos que sería necesario confirmar.
Con tanta tecnología de la comunicación disponible y recursos audiovisuales casi mágicos, es innecesario torturarse y torturar durante 120 minutos.
Pero aquí no nos hemos podido zafar de los discursos helénicos a los que Balaguer nos acostumbró desde el Congreso.
Creo que la política y el oficio de gobernador necesitan en República Dominicana una disrupción digital.
Quizás esto ayude a comunicar con sustancia y sin dispersión la agenda del gobierno y también la reacción de la oposición.
No olvidemos que vivimos en una sociedad urgente, en la era del conocimiento sintetizado.
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