El Gabinete de Turismo ha liderado una solución adecuada para el problema de reputación que taxistas estaban creando al destino turístico del Este.
Los taxis tradicionales se integran a la plataforma móvil Uber, algo que debió ocurrir hace mucho tiempo.
El hecho, que pone fin a escenas deprimentes, reyertas y disputas violentas frente a turistas, dejas varias lecciones aprendidas:
Primero, la economía digital llegó para quedarse y es descabellado regularla con normas arcaicas.
Segundo, el mercado de hoy obliga a la asociatividad, a los servicios complementarios para generar cadena de valor.
Tercero, los consumidores de bienes y servicios son activos, participativos e informados, con un gran poder de elección.
La ley del garrote y de la fuerza hace tiempo que perdió en las relaciones económicas.
Quien no entienda esto, está perdido.
No hay excusas para dejar de innovar, ser creativo y adaptarse a las demandas de agentes económicos quisquillosos, que militan en las redes sociales con alta capacidad de expresión.
Felicito al Gabinete de Turismo y a Asonahores por desatar un nudo estúpido que traería costos altos al país.
Hay que reconocer que alguien del sector de los taxistas hizo un ejercicio de sensatez para buscar una salida al impasse. Esto está muy bien. Es un logro.
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