MOSCÚ.- «Parecía Saigón, no Kabul», comenta a Efe Anatoli Matviichuk, antiguo oficial ruso de los servicios de inteligencia, sobre la retirada de las tropas estadounidenses de Kabul. Son muchos los veteranos soviéticos de Afganistán que creen que Washington abandonó a los afganos a su suerte.
«La retirada soviética y la estadounidense son como el cielo y la tierra. Nosotros nos fuimos ordenadamente, ellos huyeron. Una de dos, o no controlaban la situación y no sabían lo que hacían o provocaron intencionadamente el caos», insiste.
El Ejército soviético entró en el país centroasiático en 1979 y lo abandonó diez años después con más de 15.000 bajas.
«EEUU ya estaba en Pakistán. Nosotros nos adelantamos y colocamos a dirigentes prosoviéticos. No teníamos elección. Era la Guerra Fría», explica Serguéi Bobretsov, que sirvió en las Fuerzas Aerotransportadas al comienzo de la invasión soviética.
EEUU armó a los muyahidines para vengarse del apoyo soviético al Viet Cong en la guerra de Vietnam. Temiéndose lo peor, el nuevo líder soviético, Mijaíl Gorbachov, ordenó la retirada. Dos años después desapareció la URSS.
GORBACHOV ORDENA EL REPLIEGUE
«Desde que se firmaron los acuerdos de Ginebra no participamos en más acciones militares. La retirada fue gradual», explicó Matviichuk, una de cuyas funciones era destruir las caravanas con armas y municiones procedentes de Pakistán.
La retirada fue coordinada con el Gobierno afgano. «Cedimos el poder a las autoridades locales y les entregamos las guarniciones al Ejército y a la Policía. También les dejamos parte del armamento», explicó.
No todos los afganos respetaron el acuerdo. Los muyahidines nunca lo aceptaron e intentaron obstruir el repliegue soviético, que comenzó en mayo de 1988 y, tras una pausa, terminó en febrero del año siguiente. Varios cientos de soldados soviéticos murieron en la retirada.
«Tuvimos que realizar algunas operaciones especiales para castigar a los rebeldes», relata.
El Puente de la Amistad, que aún hoy en día separa Uzbekistán de Afganistán, fue el lugar elegido para el repliegue.
«Desfilamos con nuestros estandartes. Muchos padres vinieron a la frontera a recibir a sus familiares», recuerda Iván Litvínov, sargento de artillería.
Por ello, considera «indigno» de una gran potencia el reciente comportamiento de EEUU en el aeropuerto de Kabul.
«Me sorprendió cómo abandonaron las bases, inutilizaron el armamento, se subieron al avión y se marcharon. Para nosotros eso sería inadmisible. No puedes abandonar a los que te apoyaron. EEUU asumió una responsabilidad. Es incomprensible», señala.
LEGADO SOVIÉTICO
Sea por intereses geopolíticos o ideológicos, la URSS invirtió gran cantidad de dinero en Afganistán. Ese programa comenzó en los años 60, pero se activó a partir de 1979.
«Afganistán era un país muy pobre. Queríamos mejorar su nivel de vida. Construimos carreteras, hospitales, escuelas. Mientras, EEUU no ha dejado nada, sólo destrucción», señaló Matviichuk.
Litvínov lo corrobora: «Lo vi con mis propios ojos. Contribuimos a modernizar y civilizar el país. Muchos afganos estudiaron en academias y universidades de nuestro país. La URSS se comportó con dignidad».
Mientras, Bobretsov reconoce que para muchos la retirada soviética fue «inesperada», ya que el Kremlin estaba construyendo un «Estado secular», labor que se quedó a medias.
«Tenemos la sensación que cumplimos con nuestro deber, pero el trabajo quedó incompleto. Eso sí, el Gobierno que dejamos funcionó durante otros tres años. Si los americanos no hubieran apoyado a los rebeldes habría perdurado mucho más. Ellos allanaron el camino para los talibanes», dijo Litvínov.
Mientras, según Bobretsov, «los americanos nunca sienten ninguna obligación hacia la población local, los tratan como aborígenes. Lo mismo hicieron en Vietnam».
MUHAYIDINES Y TALIBANES
Alexandr Guerguel fue enviado a Afganistán en 1983 mientras cumplía el servicio militar. «Aunque no era obligatorio combatir contra los muyahidines, apenas nadie se negaba», comentó.
«Para mí, muyahidines y talibanes son los mismos. Eso de que los talibanes son estudiantes, nunca me ha convencido. Si son estudiantes, deben ser muy malos, ya que en vez de libros llevan fusiles», señala.
Matviichuk recuerda que los rebeldes afganos combatían contra el Gobierno de Kabul, que había dado la espalda a las tradiciones de la mayoría pashtun, y el infiel Ejército soviético «en defensa de su independencia y del Islam».
«Yo los veo ahora muy diferentes que hace 20 años. Yo los dividiría en tres categorías: los líderes, que están educados y saben cómo gestionar un Estado; los comandantes que combaten sobre el terreno; y los radicales incultos y ciegos creyentes que hacen todo lo que les dicen los mulá», explica.
En opinión de Bobretsov, la URSS no perdió la guerra en Afganistán. «Todo termina alguna vez. Vinimos con ayuda internacional. Dejamos en pie mucha infraestructura. Tratamos bien a los civiles. No lo consideramos una derrota», asegura.
Los veteranos coinciden en que «no tiene sentido» que Rusia vuelva al mismo avispero y aunque perdieron a muchos camaradas y aún hay más de 300 desaparecidos, no recuerdan Afganistán «con odio o rencor».
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