EE.UU –como principal potencia imperialista de la modernidad capitalista, que inicia su agresiva decadencia en la post-modernidad neoliberal- no le perdona a Cuba haber iniciado el proceso hacia la segunda independencia de Nuestra América.
No le perdona haber puesto en marcha una revolución de orientación socialista, redentora de toda su población oprimida, explotada y excluida. No perdona el decoro, la firmeza y rebeldía del pueblo cubano contra su cruel coloniaje.
Hay agresiones, con el rango de crimen de lesa humanidad, que no se deberían ejecutar contra ningún país y ningún pueblo; menos contra una isla tan hermosa y un pueblo tan alegre, tan heroico y tan solidario como el cubano; menos aún, en nombre de los derechos humanos y la democracia, sobre todo por la carga de cinismo y simulación que tan falaz argumento encierra.
Cuba sufre un drástico bloqueo del imperialismo estadounidense, con sanciones a terceros, que dura ya 60 años, y que ha significado enormes restricciones, inmensas pérdidas y mayores penurias.
Estamos frente a un crimen prolongado, persistente y sumamente cruel.
Una agresión transnacional al principal derecho de esa Nación: su autodeterminación, su soberanía.
Una violación al derecho a su sobrevivencia, a la salud, al bienestar y la vida de más once millones de seres humanos.
Una forma vil -apoyada en un abusivo poder económico, político y militar- de agredir y negar derechos humanos individuales y colectivos en nombre de la libertad y la paz.
Una guerra económica sumada a otras modalidades de violencia y de terror.
Asfixiar, bloquear alimentos, combustibles, medicamentos… Cercar, calumniar, agredir con bombas, bacterias, agentes químicos, sabotajes, expediciones mercenarias…nada tiene que ver con democracia y paz, y si mucho con terrorismo de Estado.
A lo largo de seis décadas, el ladrón imperialista ha juzgado por su condición: el victimario, sin temor al ridículo, se ha disfrazado de víctima.
Imagínense las consecuencias de esta prolongada y persistente represalia contra la linda Cuba de Martí y de Fidel; represalia criminal, con impronta de genocidio, movida por el odio imperial; país pequeño, con recursos naturales limitados y la herencia de un territorio colonialmente saqueado y un pueblo empobrecido.
El Canciller cubano, compañero Bruno Rodríguez, en víspera de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a realizarse el próximo 23 de junio, la cual deberá abordar de nuevo el bloqueo a Cuba (tan abrumadoramente y tantas veces rechazado por Naciones y pueblos del planeta), ha revelado que el embargo financiero y comercial contra esa nación hermana, solo el año pasado (precisamente el año de la COVID 19), representó pérdidas para ese país hermano por 9,157 millones de dólares; superando las del 2019, ascendentes a 5,570 millones de dólares.
El total, en los últimos 60 años, el bloqueo de EEUU ha representado pérdidas por 147, 853 millones de dólares.
Piensen ustedes que sería Cuba hoy con la inversión de esos recursos arrebatados por el embargo, puesto que a pesar de tantas adversidades, esa Nación ha logrado la hazaña de sobrevivir y alcanzar índices de salud, educación, formación deportiva y desarrollo científico y humano, que sorprenden a la humanidad y han merecido elogios y reconocimientos de entidades y personas altamente calificadas; desplegando a la vez una solidaridad sin precedente para con otros países urgidos de apoyo.
En estos tiempos el manejo propio de Cuba a la pandemia y el respaldo a otros pueblos gravemente afectados por ella, han sido realmente impresionantes y reveladores de la alta sensibilidad social y humana que inspira su accionar político.
Resalta e indigna, más aún, la sistemática inspiración despótica de las elites capitalista y los gobiernos de EE.UU, la empecinada negación de democracia, que implica imponer ese brutal embargo a Cuba contra la voluntad abrumadoramente mayoritaria de Estado y pueblos del mundo; que en sucesivas Asambleas Generales de la ONU, y en ejercicio cotidiano de la democracia de calle y espacios de opinión, han repudiado, muchísimo a poquito, los crueles intentos de asfixiarla económicamente y aplastar su soberanía.
Basta ya descaro. No escatimemos esfuerzos para cerrar a favor de Cuba y de su autodeterminación ese vergonzoso capítulo. Los pueblos de Nuestra América y del Mundo, incluido el estadounidense, no debemos soslayar el deber y el compromiso de ponerle fin cuanto antes a la brutal injusticia desplegada en seis décadas de bloqueo criminal. ¡El heroico pueblo cubano merece triunfar!