En las últimas semanas del mes de febrero, la mente de los dominicanos se congestiona con tres eventos, muy diferentes, que requieren profunda reflexión sobre lo que implican: la cuaresma, la Independencia Nacional y el carnaval. Me uno a quienes claman que se separe el carnaval del día de la Independencia, de valores patrio, y de la cuaresma, etapa en que los cristianos recuerdan la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, el hijo de Dios
Esta mezcla de corrientes, aturden la población; la llevan a confundir los roles; le impide obtener de ellas, el aprendizaje de su esencia, por no poder dedicarle el tiempo necesario. La cuaresma es una etapa de recogimiento espiritual, concentrada en el alma, en la fe, en que los cristianos meditan sobre lo que significa la vida de Jesus, su sacrificio por la humanidad. Estos días de reflexión cristiana, deben respetarse. No procede que comience el carnaval, los disfraces, la fiesta de la carne, de perder inhibiciones, de emborracharse, cuando la iglesia católica está pidiendo que nos quitemos la máscara del cuerpo y las caretas del alma.
No estoy de acuerdo que, durante la cuaresma, cuando los católicos, llaman a orar, acercarnos a Dios, a despejar el alma, otros grupos con fines comerciales llaman el pueblo a enmascararse para desinhibirse, con trajes exóticos, participando de fiestas enloquecedoras.
Indiscutiblemente, el carnaval debe colocarse en fecha lejana a la cuaresma. Son eventos con misiones diferentes; uno hacia el alma y el otro al cuerpo. Parecería que el carnaval llega, coincide, como enviado por el enemigo, por el demonio, para neutralizar esos días de paz, recogimiento y meditación que promueve la iglesia católica.
Por otro lado, esa fiesta de mascara debe situarse en una fecha que tampoco desvíe la atención de la Independencia Nacional, el 27 de febrero. Ese día debe estar completamente despejado para que nos concentremos en la importancia de preservar la soberanía nacional, el valor de la libertad, la bandera, el esfuerzo y sacrificio de los padres de la patria; debe ser para asistir a eventos, conferencias, paneles, etc., donde destaquen los valores patrios. Debemos evitar que la población, especialmente los niños, la asocien con diablo cojuelos.
Indiscutiblemente, el carnaval es un tremendo negocio, sin inhibiciones, de fiesta, bebidas, disfraces; que mueve millones, que destaca lo material; evitemos que coincida con la cuaresma, que es buscar el alma, la paz, a Dios, y con el día de la Independencia, que nos declaramos libre de potencias extranjeras, que es destacar valores patrios.
Los promotores del carnaval deberían darle fuerza a su negocio, por sí mismo, no sumergido, como compitiendo, en la corriente de dos acontecimientos tan significativos y esenciales para el pueblo como son la cuaresma y la independencia. El Estado dominicano no debe permitirlo; ojalá los congresistas que, realmente, desean cuidar el alma de la nación, sometieran un proyecto de ley que lo impida.
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