Barcelona (España).– El confinamiento por la epidemia de covid-19 del año pasado mejoró la calidad del agua del Mediterráneo, según un estudio liderado por el Instituto español de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), que comparó muestras de la bahía de Blanes (Girona, este de España) recogidas durante la primavera de 2020 con otras del mismo enclave recopiladas a lo largo de los 15 años anteriores.
Según este estudio, que publica la revista ‘Science of the Total Environment’, el confinamiento provocó una reducción de microorganismos, lo que contribuyó a dejar un agua más transparente, pero también menos productiva.
Los biólogos marinos del ICM argumentan que el aumento de la calidad del agua se explica probablemente por la disminución de la carga atmosférica de nitrógeno, el menor flujo de aguas residuales y la reducción de la actividad pesquera.
Este aumento de la calidad del agua del mar Mediterráneo también podría explicar los avistamientos de algunas especies que, en condiciones normales, son difíciles de observar.
Según el trabajo, el aumento de la calidad del agua se observa principalmente a través de una menor concentración de clorofila, un pigmento esencial del fitoplancton que suele correlacionarse con la disponibilidad de nutrientes.
Esta disminución se debe probablemente a una combinación de factores, entre ellos la menor carga atmosférica de nitrógeno causada por la reducción en la circulación de vehículos, el menor flujo de aguas residuales debido a la disminución del número de visitantes, y el descenso de la actividad pesquera, que se detuvo durante el periodo de confinamiento.
Estos factores dieron lugar a un Mediterráneo más limpio y transparente, pero también menos productivo, provocando una disminución de algunos grupos microbianos, en particular de fitoplancton.
Según los científicos, los aportes de nitrógeno, aun siendo contaminantes, son fuente de nutrientes para el fitoplancton, que aumenta su abundancia gracias a estos, lo que supone, a su vez, más alimento para los animales.
Por eso, la disminución de la contaminación también condujo a un mar con menos nutrientes y menos productivo.
«La baja concentración de clorofila (oligotrofia) podría tener consecuencias en cascada dentro del ecosistema marino, ya que los grupos microbianos que disminuyeron a consecuencia del confinamiento se sitúan en la base de la red trófica marina y sostienen el crecimiento las especies de los niveles superiores», advirtió la investigadora del ICM-CSIC Maria Montserrat Sala.
El trabajo fue posible porque el Observatorio Microbiano de la Bahía de Blanes conserva datos de la calidad del agua, lo que permite estudiar la dinámica de unos organismos que se consideran el mayor reservorio de diversidad de la biosfera y desempeñan un papel clave en los ciclos biogeoquímicos globales.
También es una de las series de datos más largas del Mediterráneo.
«Estos datos nos permiten evaluar tanto los efectos a largo plazo del cambio global como fenómenos puntuales como el confinamiento», explicó el investigador del ICM-CSIC Josep M. Gasol.
Este es uno de los pocos estudios que evaluaron el impacto del confinamiento sobre los mares y océanos, y el único que lo hizo a partir del análisis de muestras tomadas in situ durante los meses del cierre, ya que los demás lo hicieron comparando observaciones de clorofila obtenidas vía satélite.