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El cuerpo toma la palabra

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Las mujeres consideran el dolor como una forma de validación.  Existo en la medida en que me duele. El dolor físico certificado por un médico tiene mayor valor.

Las mujeres aprenden desde el vientre a expresar con el cuerpo lo que no debe decir la palabra.  La madre calla, y la hija aprende a callar.  La bebé interioriza e imita la actitud de su progenitora.  La madre asume el silencio ante una situación de miedo,  de inseguridad, de impotencia, de coraje, incluso de alegría.

Las mujeres  son entrenadas a sobrellevar las diferencias como un comportamiento adecuado.

Parafraseando a Serrat, “Les vamos  transmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción”

El dolor en el cuerpo de mujer es aceptado y tiene una función. Eva desobedeció a Dios, como consecuencia el pecado trae sufrimiento.  En la cultura cristiana la mujer nace en el pecado.

La biblia lo especifica en Génesis 3:16: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos”.

El cuerpo de mujer es concebido como un manantial de dolor. Los ciclos biológicos de la mujer, menstruación, embarazo, menopausia se construyen como una enfermedad reconocida. Rumiar el dolor, no la raíz,  es un instrumento de socialización aprendido.

Las emociones reprimidas el cuerpo las expresa en forma de dolor como una señal de alerta.  El cuerpo de mujer asume el papel de la palabra como un intento compensatorio para dar solución a un conflicto.

En enfermedades con mayor prevalencia en mujeres se ha demostrado una relación directa con el manual que se impone a las mujeres: comprender  y aceptar en el silencio.

A las mujeres, por nacer con útero se les adjudica una doble jornada.  Asumir la función de cuidadora y a la vez competir en el mundo laboral, en un mercado ciego a las necesidades de la sociedad, a las necesidades humanas. Entrar al hombre al mundo doméstico es tarea pendiente.

Las mujeres cuidadoras no se permiten expresar verbalmente su malestar, no quieren preocupar a los demás y sentir que son una carga.

En el mundo público, para competir las mujeres se convierten en autoexigente, perfeccionista y disponibles. El malestar de estar obligadas a tener todo correcto y el afán de superación acaba siendo perjudicial para su salud.

El cuerpo duele cuando el alma llora.  El dolor es una manera del cuerpo gestionar lo que no puede expresar con palabras la mujer.

Las mujeres deben aprender el valor de la palabra. La resignación enferma.  La palabra es un vehículo de curación.

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