Madrid.- Hace 40.000 años, en la Edad de Hielo, la península Ibérica era muy distinta de lo que es hoy. Los primeros Homo sapiens se expandían por una tierra hasta entonces ocupada por neandertales, una gran estepa plagada de hienas, rinocerontes lanudos y mamuts azotada por un periodo de frio extremo.
Pero aunque estos cazadores-recolectores del Paleolítico Superior tuvieron que afrontar unas condiciones climatológicas extremas, contaban con una incipiente tecnología (la auriñaciense) que les permitía fabricar accesorios como ropa, zapatos o tiendas para protegerse del frio.
Hoy, un estudio publicado en la revista Science Advances, da cuenta de una de estas herramientas: un fragmento de hueso de unos diez centímetros hallado en el yacimiento de las Terrasses de la Riera del Canyars, en Gava (Barcelona), que, según los investigadores, podría haberse utilizado como tablero para perforar cuero y confeccionar prendas de vestir.
El yacimiento de Canyars es un cubil de carnívoros, sobre todo hienas, con abundantes restos de fauna y algunas evidencias de presencia humana como industria lítica y algunos huesos quemados pero, entre ellos, los arqueólogos encontraron uno con unas marcas distintas a las que se hacen cuando se procesa la carne o la piel.
«Encontrarlo fue toda una sorpresa pero en cuanto lo vimos, supimos que había que estudiarlo bien porque sus marcas no son frecuentes en absoluto. Eran muy características», explica a EFE Montserrat Sanz Borras, del Departamento de Historia y Arqueología de la Universidad de Barcelona y coautora del estudio.
Este tipo de marcas se había documentado antes en otros yacimientos europeos y se habían interpretado como anotaciones numéricas, adornos, incluso calendarios del ciclo lunar pero pocos trabajos habían estudiado otras posibles funciones.
En este estudio, el equipo de científicos liderado por Luc Doyon, de la Universidad de Bordeaux, llevó a cabo una serie de experimentos con materiales actuales para intentar replicar las marcas y averiguar qué proceso pudo hacerlas.
El equipo reprodujo las perforaciones -unas agrupadas y otras alineadas- con cinceles y buriles y dedujo que las punciones se debieron hacer en distintas sesiones para hacer agujeros en el cuero y coser las piezas después.
«Vimos que las marcas podían haber sido hechas por un buril, un útil de piedra utilizada para fabricar utensilios de hueso y realizar grabados y que, en este caso, creemos que servían para perforar la piel. Este hueso se ponía debajo y servía de soporte o plataforma y eso produjo las marcas», explica Sanz Borras.
Para los autores, este hueso evidencia que estos primeros humanos modernos manejaban una técnica eficaz de punción unos 15.000 años antes de la llegada de las agujas de hueso a Europa, y «demuestra que esta técnica estaba bien establecida a principios de Paleolítico Superior», apunta la investigadora.
Además, esta innovación demuestra que la adaptación cultural ayudó a estos primeros hombres a adaptarse a un entorno cambiante y de unas condiciones ambientales extremas propias de un evento Heinrich, «un fenómeno puntual de máximo frio en el que, la península y lo que hoy es Barcelona, se convirtió en una árida y enorme estepa», destaca.
«Esta pieza nos demuestra que los Homo sapiens iban vestidos y tendrían ropa o accesorios que les permitieron protegerse de este intenso frio».