El proceso hacia la revolución en Venezuela tiene un enorme valor no solo para ese pueblo hermano, sino para todos los pueblos latino-caribeños; para la causa de la libertad, la nueva independencia y el socialismo en un contexto mundial caracterizado por la agresiva decadencia de imperialismo occidental encabezado por EEUU y la voracidad de sus corporaciones, negadoras de los derechos vitales de la humanidad y de la Madre Tierra.
EL intenso combate que se ha librado en la patria de Bolívar y Chávez exige de entrada un merecido reconocimiento a los valiosos aportes de las fuerzas políticas que han impulsado y defendido ese proceso transformador: MB-200, V REPUBLICA, Partido Socialista Unificado-PSUV y el POLO PATRIOTICO integrado por el PSUV, el Partido Comunista Venezolano-PCV, Partido Patria para Todos-PPT, Movimiento Tupamaro y toda la izquierda social bolivariana.
Un reconocimiento merecido junto al anhelo que el significativo aporte de esa unidad perdure contra todos los obstáculos y contradicciones surgidas recientemente en una de las fases más riesgosa de ese complejo y difícil tránsito hacia la segunda independencia y las transformaciones sociales.
Comunista de toda la vida –y de la otra más si la hubiera- me siento y actúo también como militante chavista, bolivariano, rojo-rojito, en forma y contenido; siempre como parte, sin renunciar a la identidad propia, de una imprescindible UNIDAD EN LA DIVERSIDAD.
Tal determinación no me impide reconocer la diversidad compleja y contradictoria de ese proceso, en sus diferentes periodos y momentos; más cuando las circunstancias obligan a combinar –como he dicho en otras oportunidades- la UNIDAD EN PROFUNDIDAD (estratégica) y la UNIDAD EN AMPLITUD (táctica); lo que a su vez nos exige respaldar las iniciativas que permitan defender lo conquistado o superar estancamientos, y a disentir de las inconsistencias y fallas, sin en ningún caso contribuir a rupturas y separaciones que afecten la capacidad de defensa del proceso frente a sus persistentes y poderosos enemigos.
Perdurar frente a tantas agresiones y adversidades es una hazaña, pero una hazaña inconclusa, ahora más amenazada que antes.
Es, además, un proceso de cambios inconclusos, pendiente de profundizar más allá de la soberanía conquistada y del antiimperialismo desplegado; pendiente de radicalizar en dirección a superar una realidad una cultura capitalista todavía dominante, consolidando a la vez la autodeterminación y el antiimperialismo que sin dudas han logrado impregnar la conciencia de una gran parte del pueblo venezolano, de su Gobierno y Estado; asumido en forma muy consecuente por el Presidente Nicolás Maduro.
Igual no somos pocos/as los/as que entendemos
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