El Coronavirus se ha despejado; al menos lo entendemos y manejamos mejor; gracias a ello, he podido viajar al continente europeo. ¡Me encanta! cuantas historias y culturas diferentes; cuantos paisajes hermosos, edificaciones representativas, orden y disciplina por doquier.
Por razones familiares, entre otras, visito mucho a Europa; de hecho, Alemania, España y Suiza son algo así como mi segunda patria. Alemania con su disciplina estricta, que le permite avanzar con rigor en todos los quehaceres; Suiza con su protocolo por encima de todo y España, con su espontaneidad, son naciones, entre otras, que amo, respeto y admiro.
Tengo dos semanas en Suiza, ¡en pleno otoño! mi mente vuela a sus efectos y al organizado tránsito. La llegada del otoño le da hermosas pinceladas a la nación, con los árboles llenos de variados colores y el clima fresco; el transito super ordenado, los vehículos adecuados y la bellísima señalización e iluminación de sus calles y edificios, permiten apreciar con tranquilidad, los efectos de esta temporada, haciendo pensar en cómo añoramos que sea el tránsito en nuestro pais.
El otoño, como sabemos, dura alrededor de 80 días; desde finales de septiembre hasta mediado de diciembre; es la estación que precede el invierno; la que provoca el descenso de la temperatura; la brisa fresca y agradable; el friito tierno; es una temporada de cambio de colores en los paisajes; de verdes se tornan rojizos y amarillentos; algunos árboles pierden el follaje debido a que los fuertes vientos, tiran las hojas secas que los cubren; hacen una especie de alfombra en la tierra.
El otoño no solo produce cambio de colores en los paisajes y brisa fresca, sino que se caracteriza por abundancia de producción en la tierra, es la época de cosecha y recolección de algunos frutos; es la temporada en que a los suizos les gusta caminar, escalar montañas, entre rocas sueltas y empinadas laderas; miles van de cacería; el tintineo de las campanas de las vacas recorre el valle, pues la engalanan con adornos. En las tiendas y restaurantes, promueven lo adecuado a la temporada.
Suele amanecer nublado, pero luego se despeja; como es una nación de tan variadas y bellísimas montañas, cubiertas de árboles, la naturaleza luce esplendida por doquier. Por todo el pais, Ginebra, Berna, Lausanne, etc. se transita con facilidad, pues las avenidas de circunvalación, túneles, puentes, calles, están en estupendas condiciones; la iluminación que se observa en las elevadas montañas, tanto en las vías como en las edificaciones, es bellísima; ponen a soñar, al observar con tranquilidad lo hermoso que el otoño encierra.
Indiscutiblemente, en cualquier nación, el otoño serena el espíritu; nos vuelve melancólicos, románticos. Quizás por eso, en mi amada patria, República Dominicana, en el inicio de esa temporada, comenzamos a prepararnos para la fiesta de navidad, para celebrar la llegada del niño Jesús. Es obvio, que los fenómenos de la naturaleza señalan el espíritu, en cualquier temporada, pero en otoño, quizás por la suavidad del clima, fluyen, con más insistencia, los recuerdos hermosos y principios cristianos, como de “amar al prójimo como a ti mismo”, produciendo una increíble paz interior en quienes le dan paso. ¡Disfrutemos el otoño!
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