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Batalla Electoral 2024

El poder de la sonrisa

José Carlos Nazario.

José Carlos Nazario.

La película “No” expone detalles de la construcción de la campaña política de la oposición a la dictadura de Augusto Pinochet. Como es sabido, en 1988 el dictador convocó a un plebiscito con el objetivo de generar apariencias de apertura ante un panorama internacional que ya no jugaba a su favor. El resultado de este, aunque inesperado, fue el fruto de un enfoque comunicacional y publicitario efectivo.

En el filme se presentan las interioridades del proceso y como la construcción del mensaje central de la campaña generó disputas importantes. Este particular llama la atención desde el punto de vista de la comunicación política. La campaña del “No”, en Chile, en momentos en que la oposición resistía los embates de una violenta dictadura, con muertes, desaparecidos, exiliados, torturados, optó por hablar de la alegría. Optó por un mensaje positivo, cuando todos vivían el luto y enfrentaban la represión. Algunos de los sectores que componían lo que luego se llamó “La concertación” se oponían a la presentación de estos mensajes. La razón principal era el respeto a las víctimas y la necesidad de aprovechar la oportunidad de sacar del silencio las atrocidades del gobierno de Pinochet.

No obstante las reticencias, la campaña del “No” siguió su camino por la vía de la transmisión de esperanza. Ante un gobierno gris, militar y abusivo, se produjo un discurso que apelaba a lo positivo que había en la vida en libertad. Lo que para algunos dirigentes pareció un anuncio de Coca Cola, irrespetuoso de la realidad que vivía el país, produjo una energía positiva y entusiasta en la juventud chilena que decidió (a pesar de que era  un contrasentido que Pinochet aceptara una derrota) votar masivamente por el “No” a Pinochet.

Al ver esta película decidí volver sobre viejos escritos del español Antoni Gutierrez-Rubí. He revisitado otros textos que sostienen, entre otras cosas, el valor de la emoción en la decisión del voto y la importancia y vigencia constante de la alegría en la comunicación política. Antes de ver a Gael García en la gran pantalla, representando al publicista, siempre fui partidario de promover emociones positivas como la forma más eficaz de mover al voto. Y es que no importa la situación en la que se viva, no importa lo rudo que sea el contexto en que se desenvuelve una campaña, “los tristes (lo triste) no ganan elecciones”. Lo que seduce y mueve a la participación y al voto es la esperanza, el entusiasmo contagiado en la sonrisa, en el mensaje lleno de futuro, agradable. Como dice Gutiérrez-Rubí, “el poder inteligente sonríe; no amenaza”.

El principal motor de la ilusión política ha sido siempre, la búsqueda de la felicidad. De ello hablan ejemplos en la antigüedad; y luego las trece colonias norteamericanas y la Revolución Francesa. Así, la historia ha transcurrido y el hombre busca siempre lo mismo: vivir con razones para sonreír. Una lección que le falta por aprender a gran parte de la izquierda dominicana que vive anclada en el pasado, rumiando honras de mártires y lamentando lo que no fue. La única forma de construir un proyecto político viable es ilusionando. Y la ilusión no pasa por la negatividad del denuncismo, mucho menos por el populismo necrófilo. En República Dominicana habrá un proyecto alternativo cuando los distintos sectores construyan un relato propio, una interpretación positiva de la historia y de cómo quieren que sea la República Dominicana. Para eso también hay que mostrar los dientes pero para sonreír al futuro.

Por José Carlos Nazario.

El autor es escritor y estratega de comunicación. Socio gerente de nazariocomunicacion.com

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