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El reto de los ni-ni

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Mario-Rivadulla-30011Un reciente estudio realizado por una firma especializada a requerimientos del Banco Mundial, cuyos resultados fueron publicados en la prensa en el curso de esta semana, hace ascender a 500,000 en números redondos, la cifra de los llamados “ni-ni” en el país, jóvenes que ni estudian ni trabajan. Esta cantidad acusa un moderado aumento en relación al 2015 y más significativo respecto a años anteriores. O sea, una tendencia ascendente.

A comienzos de su anterior gestión de gobierno, el Presidente Danilo Medina fijó como meta propiciar la creación de 400 mil nuevos empleos. En su recién publicado comunicado analizando el comportamiento de la economía dominicana en sus diferentes variables durante el primer semestre del presente año, el Banco Central reveló que desde octubre del 2012 al mes de abril último, un lapso de 43 meses, el mercado laboral se había incrementado con la generación de 436 mil empleos de nueva creación. O sea, una cantidad mayor que la meta propuesta y en un espacio de tiempo inferior. Es un buen logro…pero no suficiente.

¿La razón?

Se estima que cada año, unos cien mil jóvenes en promedio arriban a la edad laboral. En el supuesto de que el gobierno cumpla la meta de promover la generación de 400 mil nuevos puestos de trabajo durante este segundo período de la gestión del Presidente Medina, arribaríamos al 2020 arrastrando el mismo gravoso pasivo laboral que ahora. Es decir, 500 mil jóvenes sin ocupación.

Es oportuno señalar que si bien las estadísticas actuales muestran una reducción de la tasa de desempleo en el país, se duplica cuando se trata del segmento de población que va de 18 a 35 años. Las funestas consecuencias de esta situación y los riesgos potenciales que entrañan saltan a la vista sin necesidad de enjundiosos análisis ni profundos estudios especializados.

Vale señalar que casi coincidiendo con el del Banco Central, se divulgó el reporte de un amplio estudio internacional, donde se advierte sobre los elevados niveles de desempleo entre la población joven en una extensa lista de países evaluados lo que se agrega a los crecientes desniveles de

distribución de la riqueza generada por el crecimiento económico, cada vez concentrada en menos manos. El hecho de que el problema no resulte de nuestra exclusividad, no excusa indiferencia ni falta de acción por nuestra parte.

Basta con imaginarse el drama emocional del joven que vaga sin rumbo en cualquier barrio o comunidad, carente de estudios, sin oportunidades de trabajo, bombardeado de continuo por las expectativas de mejor vida de la sociedad de consumo y sin la menor esperanza de hacerla realidad, para entender como ese conjunto de factores adversos va deformando su patrón conductual y empujándolo por los caminos torcidos de la delincuencia. Un cuadro agravado por la muy probable procedencia de un hogar desintegrado o inexistente y la carencia de una cultura en valores. ¿Acaso es por capricho o azar del destino el hecho de que cada vez sea mayor la cantidad de adolescentes y jóvenes vinculados a actividades criminales?

El riesgo que entraña la elevada cantidad de “ni-ni” es grande, como lo será también la tarea de rescate que es preciso llevar a cabo. Hay abrir un horizonte de esperanza de mejor vida para la juventud, generar mayor cantidad de nuevos empleos, ofrecer más oportunidades de estudio y capacitación laboral Es reto apremiante a enfrentar para evitar un mayor desgaste del clima de nuestra precaria estabilidad social, sin lo cual resulta impensable mejorar la seguridad ciudadana, garantizar la institucionalidad democrática y caminar con paso firme hacia el logro de una mejor nación.

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