El reciente debate entre los candidatos a senadores por el Distrito Nacional, aparte de revelar todos los prejuicios de una política concebida desde la estrecha y privilegiada óptica de quienes somos ciudadanos de clase media residentes en esa demarcación político-territorial -perspectiva, por demás, totalmente ajena a los grandes y serios problemas del Distrito y del país (costo de la vida, precariedad laboral, transporte, contaminación ambiental, etc.)-, recordó también el gran nivel de apoyo que existe en nuestra clase política, sea conservadora, “progresista”, ambidextra, manca o machista-leninista, a los temas claves de la agenda global neoconservadora, en especial, la mal denominada “ideología de género”.
La “ideología de género” no es más que un constructo frankensteiniano elaborado por actores neoconservadores, organizados nacional y globalmente, que se opone radicalmente a la tutela de los derechos sexuales y reproductivos y que enfrenta a las agendas feministas y LGBT mediante la invención de un enemigo total al que se acusa falsamente de crear y difundir dicha “ideología”.
Se trata, en verdad, de un “significante vacío”, donde cabe todo aquello que adversan los neoconservadores y que “condensa los principales demonios que ha tenido el conservadurismo clásico y actual a lo largo de su historia” (José Manuel Morán Faundes): el marxismo, el liberalismo, las políticas de igualdad y no discriminación, la educación integral, el “feminazismo” (como despectivamente se designa a los movimientos feministas y LGBT), el inmigrante “ilegal” y el consecuente “gran reemplazo” de la población nacional -disminuida gracias a la anticoncepción, el aborto y los nacidos de las “parturientas ilegales”-, significante que articula el combate contra la “conspiración” del “globalismo” de Soros & Butler.
El discurso contra la “ideología de género” es superpopular en las redes sociales y ha sido diestra y siniestramente cultivado por gobernantes populistas como Bolsonaro, Bukele y Milei, constituyéndose en una poderosa arma retórica de destrucción masiva, crucial en la gran “batalla cultural” -en el sentido gramsciano y de la “malvada” Escuela de Frankfurt, tan paradójicamente denostado por los propios neoconservadores- contra las políticas de igualdad y no discriminación.
¿Por qué parte de las élites favorecen esta ideología -más bien jerga- contra la “ideología de género”, a pesar de que fomenta la desigualdad, la ignorancia y la insalubridad y viola la dignidad humana? Slavoj Žižek responde la cuestión. Mientras para Marx, “ellos no lo saben, pero lo hacen”, para Žižek, “ellos saben muy bien lo que hacen, pero aun así lo hacen”. Y lo hacen porque lo gozan. Y, más aún, lo gozan -me atrevo a añadir- porque otros lo sufren. Javier Correa Román lo explica bien:
“La ideología es el relato que nos contamos para entender la realidad, y hay relatos con los que gozamos más que con otros. Por eso es inoperante el desenmascaramiento ideológico en la sociedad de masas, porque lo que nos ata a la ideología no son prejuicios epistemológicos, sino un goce inconsciente”.
El relato de la “ideología de género” es chulísimo para los neoconservadores porque permite evadir cuestiones político-sociales importantísimas como la pobreza estructural o el colapso del sistema educativo, al tiempo que promueve la desigualdad, sostiene la opresión contra las mujeres y el colectivo LGBT, combate la liberación de oprimidos, marginados y excluidos y sostiene al patriarcado barbárico, machista, homofóbico, racista y aporofóbico.
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