Por: Merliz Rocio Lizardo Guzmán
En las últimas semanas he experimentado la angustia de caer en una especie de abismo, sintiendo la impresión de bajada en caída libre.
Sin poder evitarlo, acompañado de una sensación de vacío en el estómago. Admito que he sentido mucho miedo; pero también me he sentido tocada por unas manos mágicas, las cuales que no me han permitido chocar en el fondo; esas manos mágicas son los amigos, a través de ellos he podido sopesar el valor intangible de la amistad.
En la sala de espera del consultorio del cardiólogo escuché una melodía que no identificaba, pero me hizo sentir una descarga positiva. Lo que se escuchaba, era la canción del cantautor argentino Alberto Cortés: «A mis amigos».
Por ello expresaré algunas ideas de la amistad, tomando prestadas estrofas de dicha canción, porque sus letras definen claramente este valor.
Debemos recordar que el término intrínseco se utiliza para describir algo que resulta esencial a una función específica dentro del organismo, los factores intrínsecos pueden interactuar con los factores extrínsecos, para influir en la salud y bienestar general de las personas. La amistad es una relación de afecto recíproco y consciente para las partes que se da en reconocimiento de algo amable en el otro.
La canción inicia con una llamada «A mis amigos les adeudo la ternura y las palabras de aliento y el abrazo, el compartir con todos ellos la factura que nos presenta la vida, paso a paso».
Los amigos constituyen nuestro sistema de apoyo, nos ayudan a fortalecer nuestra autoestima, a controlar las emociones, así como también a resolver conflictos, son la manifestación de afecto desinteresado, la amistad puede darse entre dos o más personas.
Con los amigos se intercambian palabras, gestos, complicidades que se traducen en una sola vivencia: un trato solidario que nos hace sentir acompañados y que no estamos solos, que alguien por lo menos nos comprende.
«A mis amigos les adeudo la paciencia de tolerarme las espinas más agudas los arrebatos de humor, la negligencia, las vanidades, los temores y las dudas».
Las amistades son la familia que escogemos. Por ejemplo: los amigos de la niñez, del colegio, del trabajo, del vecindario, de la comunidad. Esos que conocen nuestras fortalezas y debilidades, porque vivimos juntos el milagro de crecer.
«Un barco frágil de papel, parece a veces la amistad, pero jamás puede con él, la más violenta tempestad. Porque ese barco de papel tiene aferrado a su timón por capitán y timonel: un corazón».
La amistad se puede demostrar en momentos especiales mediante una simple llamada telefónica, solicitar u ofrecer un consejo o simplemente intercambiar ideas. Es apoyarnos en las adversidades, estar presentes en el cumpleaños o en la funeraria, es hacer honor a la palabra lealtad.
«A mis amigos les adeudo algún enfado que perturbara sin querer nuestra armonía, sabemos todos que no puede ser pecado el discutir, alguna vez, por tonterías».
Podríamos escribir largos párrafos y disquisiciones sobre el valor intrínseco de la amistad, sobre cómo puede ésta fortalecer el desarrollo del niño, del joven, el adulto y del envejeciente…Ese proceso vital que nos es ineludible a todos.
Es cautivador ver cuando grupos de adultos mayores se reúnen y hacen tertulias y peñas, en clubes, librerías, restaurantes, cafeterías, etc., con el único fin de someter a prueba el valor de la amistad.
Contar con un grupo de amigos ayuda a fortalecer nuestro sistema autoinmune. Está comprobado que las personas que se reúnen al menos una vez al mes con amigos tienden a padecer menos de depresión, problemas cardíacos y otras afecciones de salud.
De acuerdo con los valores que nos son propios, cada cual aprecia determinadas cualidades y aptitudes en otras personas, regularmente las necesitamos, porque ellos son los que permiten consolidar la amistad.
La honestidad es uno de los valores que más se aprecia entre amigos. La honestidad permite que un amigo no se ofenda cuando dices «no puedo”, o cuando, ves que hace un esfuerzo por ayudar sin lograrlo.
Un amigo te reprocha cuando actúas equivocadamente, o te alerta sobre algún riesgo. Vela por ti cuando tu juicio se opaca.
La amistad, mediante el amor, te responde a reglas no siempre escritas.
Los investigadores dicen que la verdadera amistad se crea de los 20 a los 35 años. En lo particular pienso que no tiene edad. Siempre se puede crear una buena amistad si se mantiene la claridad, la reciprocidad, el agradecimiento.
Gracias a todos ustedes a quienes llamo mis amigos.
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