La SIP, según su índice de libertad de expresión, reconoció que disfrutamos de “libertad de expresión plena”. Comoquiera algunos medios prefirieron resaltar “embestidas” contra la prensa. Esos impetuosos ataques resultan ser el incidente de la coronel policial del Canódromo y un mortinato proyecto de ley que nunca será aprobado.
Los reales peligros de que la comunicación social sea afectada por controles o presiones indebidas son otros no mencionados. Quizás el mayor es el afán de despenalizar los delitos de prensa, que equivale a poner precio a la honra ajena. Otro asunto es que el gobierno quede sin críticos leales porque la mayoría de los más acérrimos periodistas opositores del gobierno pasado, pasaron a ser funcionarios, embajadores o se retiraron, dejando un gran vacío.
Pero una amenaza pocas veces vista es la que en una ocasión alegó Zapete, que funcionarios llamaban a sus clientes o anunciantes para presionarlo; insoñable en esta era del cambio, aunque… Lo importante es que cualquier ministro díscolo sepa que su gobierno desaprueba ese impulso totalitario. No hay miedos, grandes ni chiquitos, ni entre perritos de circo.