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En busca de una nueva moral

En vínculos que descansan en la lealtad, como la amistad, a diario recibimos decepciones de parte de quienes creíamos fieles; en un santiamén se quitan el velo que cubría su infidelidad.

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1.- Un ordenamiento social con una base económica basada en la desigualdad, genera clases sociales distintas y con comportamientos diferentes; esta diversidad nos permite comprender la actitud de cada uno de los miembros de una determinada colectividad.

2.- La población de un país, escindida en grupos con intereses opuestos, se manifiesta de forma desigual ante los fenómenos sociales y, por vía de consecuencia, tiene desiguales actuaciones en sus relaciones con los demás.

3.- Partiendo de las ideas anteriores, podemos advertir en el seno de la sociedad dominicana hombres y mujeres de conductas diferentes; personas con forma de conducirse que se distinguen unas de otras. La diferencia en las clases sociales trae consigo la diversidad de conductas; la separación en la actuación de entes que conviven en el mismo medio social.

4.- Partiendo de lo anterior, comprobamos la razón por la cual en nuestro país hay personas a las cuales les es indiferente el estado de descomposición imperante, expresado en desigualdad, prostitución, corrupción, narcotráfico, criminalidad y porquerías de todo tipo; mientras que a otras les repugnan las indecencias, la inmundicia que nos arropa como sociedad.

5.- La podredumbre que señorea aquí es estimulada y aceptada por grupos sociales cuya moral de cafres se adapta perfectamente a su mentalidad y procuran que perdure el fango que es hoy nuestro país.

6.- La diferencia clasista se manifiesta en todo el comportamiento humano. En nuestro medio vemos mujeres y hombres sensibles e insensibles, buenos y malos, honrados y ladrones, en fin, personas que con su proceder apestan y otras que con sus actuaciones perfuman.

7.- No resulta difícil adivinar la profundidad del descalabro moral, la estropeada forma de comportamiento cívico de nuestros ciudadanos, la quiebra en las aspiraciones para construir un mejor país.

8.- Hasta en las relaciones personales más sensibles se evidencia que en nuestro medio está presente una pendiente, una declinación total en el decente proceder; lo incorrecto se ha convertido en norma de vida, lo irregular predomina sobre lo puro, lo perfecto ha cedido ante lo anormal.

9.- En vínculos que descansan en la lealtad, como la amistad, a diario recibimos decepciones de parte de quienes creíamos fieles; en un santiamén se quitan el velo que cubría su infidelidad, su inconstancia.

10.- Al igual que en el cuerpo de una persona física afectada de debilidad crónica  se alojan con facilidad las más diversas enfermedades, en el organismo social dominicano se acomodan los vicios, las peores taras, los más despreciables oprobios  que puedan cobijarse en un reprochable cerebro humano.

11.- Para conocer la carroña que es el medio donde ahora estamos viviendo, no hay que estar influenciado por negativismo, ser majadero impenitente, ni contumaz crítico social; basta con analizar con detenimiento lo que está a la vista de todos, sin emotividad ni excitabilidad.

12.- Aquel que ponga en duda, o desconfía de la certeza de la bajeza moral de la sociedad en que vivimos hoy, le basta con saber que el movimiento económico nacional se nutre, entre otras cosas, de recursos económicos provenientes del tráfico de drogas narcóticas, armas y personas físicas; del dinero lavado de operaciones del crimen organizado; de los juegos de azar; de la prostitución de niñas, niños y adolescentes; del trabajo infantil y de otras actividades que tienen su fuente en la corrupción,  la degradación, la deshonestidad y el envilecimiento más repugnante.

13.- No quiero pecar de alarmista, ni presentarme como moralista de solidez ni de hojalata, simulado mojigato; pero la realidad está ahí como testigo de piedra: el cuadro degradante de una sociedad dominada por la ignominia, la infamia más deshonrosa, donde lo vergonzoso sobresale ante lo que puede resultar ennoblecedor en la especie humana.

14.- Es innegable que para  la generación de dominicanos y dominicanas nacidas desde 1930 hasta 1970, lo que ahora estamos presenciando resulta más alarmante que para la que llegó a la vida después del citado período; la primera tiene una formación totalmente diferente a la segunda; aquella fue formada bajo un ordenamiento social distinto al que hoy predomina en el país; pero esto no es óbice para que analicemos en forma realista e imparcial la degradación que llena de indignación y estupor a las personas de bien de nuestro país, sin importar longevidad o juventud.

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