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Batalla Electoral 2024

En nuestra América: declina el “progresismo” y se profundiza la confrontación

La declinación de los gobiernos denominados progresistas, reformadores, de izquierda o centro-izquierda…, la variedad de golpes de Estado regresivos (con o sin cobertura electoral) ya ejecutados en México, Honduras, Paraguay, Argentina, Perú y Brasil de ninguna manera equivalen ni a otro “fin de la historia” ni a una “clausura” de la oleada de cambios iniciada a final del siglo XX y principio del XXI; mucho menos implica el cierre del prolongado ciclo histórico por la nueva independencia y el socialismo que inició en nuestra América el triunfo de la Revolución Cubana.

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La declinación de los gobiernos denominados progresistas, reformadores, de izquierda o centro-izquierda…, la variedad de golpes de Estado regresivos (con o sin cobertura electoral) ya ejecutados en México, Honduras, Paraguay, Argentina, Perú y Brasil de ninguna manera equivalen ni a otro “fin de la historia” ni a una “clausura” de la oleada de cambios iniciada a final del siglo XX y principio del XXI; mucho menos implica el cierre del prolongado ciclo histórico por la nueva independencia y el socialismo que inició en nuestra América el triunfo de la Revolución Cubana.

Cierto que las fuerzas de la contra-reforma y la contra-revolución a cargo del imperialismo occidental encabezado por EEUU han arreciado su contra-ofensiva sin que ello signifique la derrota definitiva del periodo post-neoliberal.

Estamos más bien en el curso de una fase de agotamiento -con marcada pérdida de legitimidad popular- de sus productos gubernamentales y estatales y sus impulsos ascendentes, con variados niveles de desgastes de las fuerzas políticas sustentadoras de esos procesos, que exhibiendo logros importantes en cuanto a reconquista de la independencia, reformas y programas sociales de diversos calados, han obviado transformaciones estructurales a favor de la socialización de la propiedad, de la economía, el poder y la cultura, imprescindibles para desmontar el neoliberalismo y consolidar la soberanía en todos los órdenes..

* Un enemigo impenitente.

Esa realidad ha favorecido la implementación de nuevos golpes imperialistas–derechistas, cuyas primeras expresiones fracasaron en Venezuela, Bolivia y Ecuador, se impusieron en Honduras y Paraguay y México, y se han reeditado “exitosamente” en días recientes en Argentina, Brasil y Perú (donde las derechas y EEUU lograron erosionar y degradar las cúpulas del PT, del peronismo kischnerista y del nacionalismo de Humala) ; intentando en Venezuela provocar de nuevo, a como dé lugar, la caída de Maduro y del chavismo, sin desistir de crear condiciones para el viraje a la derecha en El Salvador e intentar nuevas variantes de desestabilización de los gobiernos de Ecuador y Bolivia.

Entramos recientemente a una segunda fase de esos contra-ataques, ahora de mayor intensidad ferocidad y eficacia en el despliegue de su poder subversivo, tanto por el “perfeccionamiento” de sus métodos como por la profundidad del desgaste de los procesos reformistas, reformadores o limitadamente revolucionarios que se proponen conjurar.

* Causas del repliegue imperialista hacia su “patio trasero” y del debilitamiento de los procesos autónomos.

El fortalecimiento y actualización de la contrapartida reaccionaria ha sido una variable manejada por los centros de inteligencia militar, política, psicológica e ideológica del imperialismo occidental hegemonizado por EEUU y sus fuerzas aliadas, con destacada actuación de la inteligencia sionista y sectores neofascistas.

Esto se relaciona con el alto grado de repliegue de EEUU hacia su denominado “patio trasero” en el contexto de los recientes cambios registrados en la geopolítica mundial, evidentemente desfavorables a su pretendida unipolaridad afectada por su pérdida de influencia en Europa Oriental, Medio Oriente, Asia Central.

La unipolaridad de que tanto se habló luego del colapso de la URSS y sus socios del Este Europeo, ha sido reemplazada por una multipolaridad inestable en la que se registra una extraordinaria recuperación militar de Rusia y un repunte de China Popular como potencia militar acompañada de una fuerte tendencia a convertirse en primera potencia económica mundial.

Por su parte, en nuestra América el desgaste de las fuerzas gubernamentales a cargo de los promisorios procesos de cambios emprendidos al finalizar el siglo XX e iniciarse el siglo XXI, ha sido causado tanto por decisiones, límites y fenómenos propios de sus gobiernos y Estados como por factores externos, que combinados y confluyendo, lo han estancado, debilitado, degradado… aumentando a la vez su vulnerabilidad frente a los planes desestabilizadores de factura imperialista.

En el plano de los impactos procedentes del exterior hay que destacar la evolución desfavorable de la crisis global del capitalismo y su permanente manipulación traducida en el descenso dramático de los precios del petróleo, crisis de los “comodities” y reducción de las exportaciones suramericanas hacia China, Rusia e India.

En el orden interno han gravitado negativamente el predominio del reformismo respecto a las transformaciones revolucionarias, la preeminencia de los planes asistencialistas respecto a los cambios estructurales y al imperioso incremento de la capacidad productiva, y los retrasos en la modificación de las relaciones de propiedad y en el traspaso del poder de decisión al pueblo, a sus movimientos y comunidades de base.

No han faltado las distorsiones provocadas por la coexistencia de reformas y programas sociales de corte anti neoliberal con políticas públicas neoliberales en el marco de una prolongada y desgastante cohabitación de una economía de Estado (que tiende a reproducir las viejas prácticas paternalistas, clientelistas y burocrática, y fuertes dosis de corrupción) con el accionar degradante de la gran burguesía financiera, comercial, importadora y delincuente; siempre en detrimento de la economía social y el poder popular y comunitario, incluso en casos donde los cambios constitucionales y legislativo lo favorecen.

Esa coexistencia traumática -con expresiones variadas y diversas por países- han frenado y desnaturalizado la fase post-neoliberal de los cambios y ha ayudado a que la crisis global de un capitalismo usurero, especulador, voraz y destructivo deteriore o reduzca avances alcanzados.

A la continuidad de un capitalismo privado local y trasnacional con fuertes incidencias en esos escenarios nacionales, lumpen imperialismo y lumpen capitalismo en fin de cuentas, le ha acompañado un nefasto poder mediático-ideológico bajo control privado, permanentemente empleado para reproducir anti-valores, alienar y desestabilizar a favor de las contra-reformas; sin que los gobiernos agredidos se hayan decidido a conjurar definitivamente esa afrenta, ampliando a la vez la libertad de información y las posibilidades de debate desde un nuevo modelo de comunicación social.

* La prisión impuesta a las nuevas mayorías electorales por los viejos Estados y la insuficiencia y agotamiento de los nuevos procesos constituyente.

En el orden institucional una parte de los procesos de cambio se montaron sobre la vieja institucionalidad burguesa y se acomodaron al cerco que ésta impone, sin atreverse a reemplazarlas.

En otros casos se pusieron en marcha procesos constituyentes que introdujeron cambios democratizadores de alta significación, pero que ya presentan señales, más o menos contundentes, de agotamiento. Algo, por ejemplo, que el propio Chávez percibió en Venezuela cuando argumentó sobre la necesidad de un GOLPE DE TIMÓN que traspasara el poder del Estado vigente a las comunas, construyendo un poder popular capaz de dinamitarlo políticamente y de abolir el capitalismo.

Ese agotamiento acontece más en Venezuela que en Bolivia y Ecuador.

Dentro de esos contextos no han faltado, en unos casos más en otros menos, con algunas excepciones, los procesos de burocratización y corrupción que erosionan a los gobiernos, partidos y lideres que lo protagonizan o toleran; contribuyendo así a la recuperación de la derecha tradicional y/o a la conformación de nuevas derechas alimentadas por la contra-revolución imperialista que apuesta a reemplazar por cualquier vía todo lo que no esté bajo su absoluto control, no importa su grado reformador.

Vale apuntar aquí que las reformas políticas y sociales esta vez no han sido -como sucedía en tiempos remotos- iniciativas de las elites capitalistas hegemónicas, esencialmente neo-liberales, usureras, militaristas y mafiosas, sino de actores sociales enfrentados desde hace tiempo a esas cúpulas e impulsores del denominado post neoliberalismo, que en diversos grados de

profundidad -y en algunos casos acompañado de un interesante discurso anti-capitalista y socialista, se ha quedado a medias, cohabitando con el predominio del gran capital, retrocediendo incluso frente a él; desgastándose por no decidirse a pasar de las reformas estancadas a la revolución social y cultural, y del nacionalismo estatal ambiguo al bolivarianismo y al internacionalismo revolucionario, consecuente, popular…

Obsérvese que la desviación reformista incluye la declinación de la visión internacionalista revolucionaria, la introversión en lo nacional-estatal en casi todos los casos…hasta en el caso de las FARC-EP en los diálogos de paz.

Es significativo como la “vuelta” a variantes de un keynesianismo poco viable dentro del capitalismo financierizado y gansterizado no ha provenido de los centros de poder de la gran burguesía local y transnacional de estos tiempos, de sus partidos y organizaciones corporativas, sino de opciones políticas sustentadas por sectores de capas medias y facciones liberales-burguesas más débiles resistente al cambio revolucionario. Las elites putrefactas del gran capital solo generan contra-reformas armónicas a sus drásticos procesos de acumulación y concentración de poder en todos los órdenes al tiempo que procurar subvertir todo cambio fuera de su control.

La mezcla y superposiciones -compitiendo, enfrentándose y negociando- entre los Estados gerenciados por esas especies de keynesianismo o neo-socialdemocracia y el gran capital privado de la decadente era neoliberal del capitalismo, tiende a bloquear y deformar las reformas sociales y a tragarse las redistribuciones emprendidas; y esto, en medio de la crisis global de un capitalismo altamente especulativo, voraz y destructivo, arropa esa especie de neo-reformismo huérfano de protagonistas y vanguardias política-sociales consistentes, facilitando la revancha derechista.

De manera muy original, con este largo rodeo histórico, queda más claro que antes que el capitalismo-imperialismo actual en plena fase de endurecimiento, decadencia y putrefacción, es irreformable: no admite ni soberanía nacional ni popular, ni siquiera reformas sociales keynesianas; al tiempo que tiende a desplazar traumáticamente a los nuevos actores políticos y sociales que intentan hacerlo, cual que sea la timidez o profundidad reformadora puesta en práctica. En los hechos los partidos y movimientos protagonistas de las reformas enfrentados a los promotores contra-reformas han abandonado progresivamente sus postulados revolucionarios iníciales y se tornan inconsecuentes respecto a la base popular, a la gran pobrecía que le daba legitimidad a su gestión gubernamental. Necesitan reemplazo.

Esta combinación de factores ha determinado el desarrollo de una fase de estancamientos, retrocesos, crisis, vulnerabilidades y decadencia de los llamados cambios post neoliberales cuyos promotores no se han decidido a imprimirle a esos procesos una impronta

determinantemente anti-imperialista, anti-capitalista, revolucionaria, socialista, latino-caribeña, internacionalista; confirmándose así que por las características de la etapa neoliberal del capitalismo y su crisis de decadencia, el post-neoliberalismo debe ser necesariamente anticapitalista y estar guiado por una estrategia internacionalista de socialización integral de la sociedad, lo que precisa desmontar radicalmente el Estado Liberal Burgués y establecer un Estado transitorio, que en lugar de ampliarse contantemente y de perpetuarse viciosamente facilite su progresiva extinción a favor del auto-gobierno del pueblo y el poder auto-gestionado de los/as trabajadores/as y fuerzas sociales históricamente excluidas. A favor de todas las liberaciones y discriminaciones: clasista, machista-patriarcal, andro-céntrica, ecocida, racista, adulto-céntrica, xenófoba…

* Del desgaste profundo se ha pasado a los golpes consumados y puntos de altos riesgos.

Las expresiones de esos fenómenos de “retrocesos” y sus impactos son tan variados como las características de los diferentes procesos nacionales. Igual los niveles de agotamiento, los riesgos y las posibilidades de sobrevivir sin rupturas a favor las derecha pro imperialistas.

En Argentina se consumó un golpe con formato electoral a favor de la derecha ultra-neoliberal y mafiosa encarnada por Ernesto Macri, con horribles y veloces dinámicas de empobrecimiento material y espiritual de la sociedad, generando una respuesta popular masiva cuasi-insurgente.

Igual, se despliega un fenómeno parecido frente al drástico “golpe parlamentario” en Brasil a favor del neofascismo pro-estadounidense y la cleptocracia brasileña.

Esos virajes inducidos por la reacción son mucho más crueles y destructivos que una simple restauración neo-liberal. Tienden a revocar todo lo conquistado en materia de democratización política, distribución de ingresos, justicia social y programas anti-pobreza extrema, ya de por si menguados por el estancamiento económico, la nueva corrupción y el desgaste de los impulsos reformistas y/o social-democratizantes del llamado “progresismo”.

Incluso tiende a desintegrar naciones y sociedades como está aconteciendo en México, erigido por algunos ideólogos estadounidenses como “modelo”.

El declive de los cambios se expresa a nivel de Estados y de Gobiernos, tornándose todo lo logrado -o casi todo- en conquistas vulnerables al feroz contra-ataque imperialista-derechista. !Salvo la conciencia y la organización acumulada a lo largo de esta trascendente oleada, que es de altísimo valor político!

Es obvio también que las fuerzas del gran capital transnacional y local, y las fuerzas políticas e ideológicas afines, cuentan en no pocos casos con medios y poder para volverse a imponer temporalmente desplazando a los regímenes que no controla.

Pero también es evidente que difícilmente logren estabilizar los engendros que esa determinación genera. Esto así porque una cosa son los gobiernos y partidos que logra derrotar y otra lo que todo este ciclo histórico, en particular esta oleada de cambios, ha logrado generar en las bases de estas sociedades.

Y, además, una cosa es cercar y masacrar al Paraguay o a Honduras en sus fronteras y otra extender los golpes en cadenas, sembrando al mismo tiempo miseria y antidemocracia, sangre y sufrimientos en Argentina, Brasil, Venezuela, Perú, México, Colombia….

EL Gobierno del FMLN luce frágil, no así el de Nicaragua, que a pesar del desarrollo de su modelo político autoritario, continuista, patriarcal y nepótico, luce estable al contar con el paraguas chino (con lo del nuevo canal interoceánico) y presenta programas económicos muy originales y efectivos hacia la pequeña y mediana propiedad rural y urbana, procesos cooperativos y planes de seguridad ciudadana que le han ampliado el apoyo social y político, mientras las derechas de dividen y reducen.

En Uruguay hay una situación bastante singular y estable en el marco de una gestión con mucho de socialdemocracia y relativo bienestar social, honestidad administrativa y programas sociales de bastante alcance, dentro de un proceso complaciente y contemporizador con EEUU.

De todas maneras los tiempos y circunstancias son distintos para el destino de esos golpes retardatarios. La acumulación de conciencia y organización es mayor. Las conquistas aplastadas generan mucha indignación y no hay manera de apagar el fuego de alta intensidad como aconteció con la errática transacción auspiciada por Mel Zelaya y los Estados que lo apoyaron y con la rendición del Presidente Lugo en Paraguay. Las consecuencias, que ahora apuntan hacia nuevas crisis de gobernabilidad, han sido y serán tan terribles como inaceptables y revocables.

Una ola más profunda y radical que la anterior parece gestarse en el seno de la que declina y de la que sensiblemente debilitada el imperialismo y las derechas intentar revocar en toda su extensión. Viejos y nuevos actores tienden a radicalizarse, mientras crece la razón de que dentro del capitalismo y su dominación local y global no hay mejorías estables por la vía reformista.

La tendencia a pasar de la declinación de los llamados progresismo y procesos reformadores a enfrentamientos proclives a las guerras civiles dentro de la actual institucionalidad, a golpes pro-imperialistas de nuevo tipo que generan más indignación, y a confrontaciones más intensas y más violentas, tienden a generar un verdadero volcán continental, salpicado y

adornado por la distensión temporal y aparente entre la Administración Obama y el gobierno que encabeza el comandante Raúl Castro y por los propios diálogos de paz entre las FARC-EN y el gobierno de Santos, dinámicas respaldadas formalmente por EEUU como maniobras y factores de distracción.

En ambos casos el gobierno de Obama procura instalar maniobras temporales engañosas que procuran por un lado neutralizar la Revolución Cubana y optar por erosionarla con otros métodos: a través del estímulo a relaciones económicas capitalistas e influencias ideológica-culturales afines; y, por el otro, liquidar por la vía política la insurgencia colombiana, controlar militarmente ese territorio y emplear fuerzas aliadas y propias en la recaptura de Venezuela y sus significativas riquezas naturales, incluido el 20 por ciento de las reservas mundiales de petróleo; lo que a su vez afectaría en grande la estabilidad económica de Cuba, el ALBA y otros procesos integradores.

Esa PAX colombiana, felizmente obstruida y derrotada por el 63 por ciento de la población electoral que no concurrió a la farsa del plebiscito manipulado por Uribe y por Santo, equivaldría a más violencia contra Venezuela y contra nuestra América.

La determinación de los EEUU y sus fuerzas aliadas no apuntan hacia la paz y la democracia. Sus designios en medio de su crisis de decadencia, son necesariamente violentos. Para despejar toda duda al respecto solo hay que repasar su estrategia de expansión militar en El Caribe, Centro y Suramérica (incluida la ocupación militar de Haití bajo el manto de la ONU y el estatus colonial de Puerto Rico copado por bases estadounidenses), el rol que le han asignado a sus bases militares a lo largo y ancho del Continente, el papel subregional delegado a las fuerzas regulares y paramilitares de Colombia y los planes regionales del PENTÁGONO.

En ese plano y dentro de esa cadena de pérfidos ataques, VENEZUELA pasa a ser el blanco inmediato de más trascendencia dentro de esa cruzada político-militar, por lo que la defensa del proceso bolivariano-chavista, procurando su profundización y relanzamiento como revolución social, y el estimulo y accionar solidario para que la insurgencia armada y no armada colombianas evadan definitivamente la trampa obstruida del desarme y la desmovilización, se convierten en tareas internacionalistas de primer orden.

Lo demás es ilusión desde un reformismo reconciliador que se resiste al necesario viraje hacia las nuevas revoluciones con impulsos y perspectivas continentales y mundiales: un reformismo que embota el anti-imperialismo y lo reduce a nacionalismo estatal, que reemplaza el internacionalismo por el chauvinismo y que no logra captar su propio agotamiento y sus evidentes vulnerabilidades.

Los procesos de reformas emprendidos o se radicalizan para detener y contrarrestar la contraofensiva imperialista–derechista o sucumben a favor de las derechas, abriendo un

periodo en el que todo lo acumulado tiende a confrontar las nuevas opciones del capitalismo ultra-neoliberal y mafioso que obligan a optar por opciones más radicales, definidamente revolucionarias.

No hay que temer a esa realidad impuesta por ese conjunto de factores bajo la falsa idea de la superioridad militar del imperialismo occidental capitaneado por EEUU, ni frente a quienes estimulando el fatalismo geográfico nos definen como su “patio trasero”, ahora escenario de su agresivo repliegue político-militar.

Ese sistema imperialista es fuerte y débil a la vez.

El repliegue es realmente una de las señales de su debilidad.

No logró imponer su unipolaridad después del colapso de la URSS y sus aliados en Europa Oriental.

El mundo actual se caracteriza por una multipolaridad en medio de la cual EEUU pierde terreno, se descompone internamente y la Unión Europea entra en crisis profunda, invadida por la contrapartida migrante que ha provocado su cruel coloniaje en África y Medio Oriente.

Su fortaleza, en consecuencia, es muy relativa y no alcanza para imponerse militarmente en muchos puntos de Europa del Este, Medio Oriente, Asia Central y Asia, donde han pretendido imponerse y han fracasado (casos Ucrania, Siria, Turquía, Irán…), mientras Palestina, Irak, Afganitán, Yemen devienen en un pandemonio por la heroica resistencia de sus pueblos

Rusia, China e Irán la han obligado a recular.

La crisis en su centro (EEUU) tiene perspectivas imprevisibles a la luz su crónica decadencia en todos los órdenes, develada en el plano político-institucional en el curso de la reciente competencia Trump-Clinton, ambas opciones con enormes tasas de rechazo y designio peores que los ya desplegados; mientras todo el sistema político pierde credibilidad y genera contradicciones que lo podrían estremecer. Las desconfianzas acumuladas y el entrampamiento del complejo financiero–militar, tiende a promover una inestabilidad creciente e indignaciones inéditas, cual que sea la opción que logre imponerse, ambas impugnadas por una gran abstención y sujetas a nuevas contradicciones y rechazos.

Europa Occidental y EU se están convirtiendo en escenario de fuertes tensiones sociales internas y graves problemas migratorios, que erosionan su tradicional poderío mundial.

En nuestra América el terreno se torna más fértil para la propuesta de un socialismo comunitario, que liquide el capitalismo privado y supere el Estado Burocrático.

La democracia de calle y la insurgencia global generalizada (entendida en toda su diversidad y amplitud), suma de insurgencias locales, nacionales, regionales, parece ser la vía expedita para detener y superar la destrucción y al caos que está generando: porque es vital convertir en multitudinaria la indignación y potenciar la creatividad necesaria para vencer un sistema capitalista-imperialista que es fuerte y débil a la vez.

No son tiempos de repliegue revolucionario sino de resistencias y ofensivas transformadoras de lo pequeño y mediano a lo grande, puesta la mira en la insurgencia global anti-capitalista imbuida de mucho latino-americanismo e internacionalismo, de mayores confluencias y coordinaciones, de combinación de la unidad en profundidad con la unidad en espíritu. Nuevas vanguardias activas y pueblos movilizados construyendo contra-poder para recrear su propia alternativa solidaria.

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