REDACCIÓN.- Risueña, tranquila y un poco inocente, Laura Fernández parece vivir completamente al margen del éxito. Su sexta y última novela, «La señora Potter no es exactamente Santa Claus», no ha parado de cosechar premios en los últimos meses, algo que no le ha perturbado en absoluto.
«¿Sabes lo que pasa conmigo? Que el hecho de no tomarte la vida en serio te salva de todo, te salva hasta del éxito. Para ti misma eres el mismo tipo de personaje todo el rato, incluso el éxito lo puedes convertir en algo cómico», afirma Fernández en una entrevista con Efe en Argentina, donde participa en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA).
La autora catalana (Tarrasa, 1981) asegura que ya está preparando su próximo libro, en que el éxito tendrá un papel preponderante: «Estoy pensando en crear un personaje que solo recibe premios, ya no sabe ni qué son, pero no para de recogerlos», comenta entre risas.
UN PUEBLO SIEMPRE DESAPACIBLE
La razón de ese reconocimiento, tanto de crítica como de público, está en la siempre desapacible y fría Kimberly Clark Weymouth, lugar que sirve de ambientación para «La señora Potter no es exactamente Santa Claus» (Random House, 2021) y cuyos habitantes, seres solitarios, ingenuos y entrañables, protagonizan un sinfín de aventuras disparatadas.
La trama arranca cuando Billy Peltzer decide cerrar la única tienda de recuerdos del pueblo y mudarse, lo que provoca el rechazo de unos vecinos que solo conocen una cosa: el turismo vinculado a «La señora Potter no es exactamente Santa Claus», clásico de la literatura infantil que se desarrolla, precisamente, en Kimberly Clark Weymouth.
«Creo que cada uno somos un universo inacabable por dentro y que vivir consiste en irse encontrando con todo lo que somos, y Kimberly Clark Weymouth es eso, es cada uno de nosotros», explica Fernández sobre un pueblito que, «enfadado» por la imagen que pesa sobre él, se convierte en un personaje más de la novela.
Más allá del toque humorístico y descafeinado de sus primeras páginas, «La señora Potter no es exactamente Santa Claus» aborda temas universales como la maternidad, la creación artística o las infinitas «posibilidades» de cambiar de rumbo, de reunir a todos tus «yo» del pasado y lanzarte a vivir la vida que siempre has querido.
«Creo que en cualquier momento la vida puede cambiar. Lo único que no cambia es el final, pero en la vida, mientras existe, todo es posible», manifiesta la escritora.
HUMOR COMO FORMA DE VIDA
Quizá el mayor logro de esta obra es su capacidad de tratar cuestiones complejas desde un punto de vista socarrón y desahogado, en línea con la filosofía de vida que esgrime Fernández, para quien no hay que tomarse las cosas demasiado en serio.
«Para mí, la literatura es libertad y, sobre todo, no solemnidad. La vida no es nada seria. Si decides tomártela como una tragedia, vas a llorar muchísimo; si la tomas como una comedia, vas a reír muchísimo, y yo creo que es mejor reír que llorar», señala una autora que entiende el humor como una forma de «desactivar el dolor» inherente a la realidad.
Ese tono tan característico ha sido muy bien recibido por los expertos: los premios El Ojo Crítico, Finestres de Narrativa en Castellano y Kelvin 505 son algunos de los galardones obtenidos por Fernández en el último año, unos elogios que, aclara, no condicionarán sus futuros trabajos.
«Pasase lo que pasase con la señora Potter, la siguiente novela iba a ser mejor, porque siempre quiero que sea mejor. La siguiente novela ya la he empezado y creo que será el doble de larga, he aprendido muchísimo y eso va a estar aplicado, pero voy hacia un territorio inexplorado otra vez, para equivocarme otra vez», asevera.
PANORAMA LITERARIO DE ESPAÑA
La escritora catalana reconoce que el éxito de este libro constituye un pequeño «milagro» en un panorama literario como el español, muy condicionado por un sistema editorial que, en su opinión, se ha movido históricamente «por camarillas de amigos de amigos», dando como resultado una «literatura menor».
«La literatura latinoamericana es infinitamente más experimental, hay espacio para cosas como lo que yo hago, hay mucho más respeto por la figura del escritor (…). El lector también es mucho más abierto y más exigente; en España es un lector muy domesticado, muy acomodado, y para mí ha sido un milagro la recepción de la novela», confiesa.
No sorprende, pues, que ninguna de las apuestas de Fernández para el Premio Nobel de Literatura, que se anuncia la próxima semana, sea española: su máximo favorito es el rumano Mircea Cărtărescu, cuya obra «actualiza muchas cosas de la literatura europea y las lleva más lejos».
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