Hay innumerables teorías económicas sobre cómo mejorar el sistema impositivo, desde la curva Laffer, reduciendo tasas, que paradójicamente aumenta las recaudaciones, hasta la transparencia absoluta del 10% a cada renglón, Aduanas, ISR e ITBIS, aplicado a todos y todo.
Desde la gran transformación de los ’90, que modificó los códigos tributario y laboral y privatizó las quebradas empresas estatales, venimos padeciendo parches sobre parches. Nunca es el momento adecuado para una racional reforma que incluya topes al endeudamiento público y eliminar subsidios a los ricos. Hemos tenido suerte, pues cada vez que el gobierno aprieta la tuerca no se corre el tornillo.
Pero como dije ayer, con los precios de “commodities”, petróleo, transporte e intereses en alza mundialmente, pocos países se arriesgan a encarecer servicios sumando impuestos a costos, como se pretende con empresas eléctricas concesionadas, vitales para el turismo.
El turismo y las zonas francas, motores de nuestra economía, poseen modelos de negocios dependientes de la competitividad en calidad y precio. No conviene incrementar sus costos cobrando impuestos por electricidad.
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