x
Batalla Electoral 2024

Fe y Vida: “Los temores de la Vida”

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Ray Ortega.

Ray Ortega.

Nuestra vida es como un sube y baja, unas veces estamos arriba, y otras abajo. Hay tiempos en que nos sentimos muy bien y todo nos sale a pedir de boca, y otras veces nos sentimos tan mal que  todo lo que llevamos a cabo nos sale mal. Parte de eso se lo debemos a los temores que nosotros mismos tenemos o cargamos en nuestra vida, algunos de ellos los venimos arrastrando desde nuestra niñez, y créanlo o no, ellos nos afectan cuando somos ya adultos.

Tenemos que tener en cuenta que el temor es una emoción propia de ser humano, puede nacer de estímulos externos o internos que habitan en su mundo interior como los malos recuerdos, traumas, carencias, etc.

Hay temores que se deben al abandono, temor al rechazo, temor a la crítica y el fracaso, temor a lo desconocido, temor a la muerte, temor al futuro, temor a las enfermedades. Todos estos temores son manifestaciones de desamparo e impotencia porque no podemos tener control sobre esas situaciones.

La mayoría de los temores desaparecen cuando crece la confianza en el poder de Dios. Sin embargo algunos temores no desaparecen a pesar de la fe. Esto se debe a tus recuerdos y traumas del pasado que han creado inseguridades en la personalidad del ser humano.

Alguien me envió esto que compuso el gran escritor y periodista Ernest Hemingway hace algún tiempo y que he querido compartir con todos Ustedes, y dice así: Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo. Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso cuando no lo intento. Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta que de todos modos opinan. Temía que me rechazaran, hasta que entendí que tenía que tener fe en mí mismo. Temía  al dolor, hasta que aprendí que este es necesario para crecer. Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras. Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es final, sino más bien el comienzo. Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia. Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mi mismo. Temía a hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día. Temía al pasado, hasta que comprendí que es sólo mi proyección mental y ya no puede herirme más. Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella. Temía al cambio, hasta que vi que aun la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar. Hagamos que nuestras vidas cada día tengan más vida y si nos sentimos desfallecer no olvidemos que al final siempre hay algo más.

Hay que vivir ligero porque el tiempo de morir está fijado.

Tenemos que aprender a sobreponernos a nuestros temores internos y externos, no es fácil, cuesta trabajo, pero siempre he dicho que el poder es querer, y nosotros los seres humanos podemos alcanzar aquello que queremos si no los proponemos.

Termino con este pedazo de la Primera Carta se San Juan, Capitulo 4, Versículo 18, y dice así: “En el amor no hay temor sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor”.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

Comenta con facebook