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Franklin Baez Brugal y el capitalismo realmente existente

Leí el discurso de Franklin en la Asociación de Industria con atención, porque desde antagonismos conceptuales, posicionamientos políticos clasistas encontrados, proyectos de sociedades muy diferentes…lo aprecio, conozco sus valores y sus capacidades.
Somos amigos desde la niñez y la adolescencia, desde cuando convivimos en la hermosa ciudad de Puerto Plata. Igual de Iván, su hermano fallecido.
Nadamos, jugamos pelotas, nos juntábamos a menudo, compartíamos momentos agradables y vínculos amistosos inter-familiares.
Conozco el calibre moral de su hogar, la heroicidad de su padre, la bondad de su madre y sus tías, la rectitud de su formación familiar, su dedicación a los estudios, su formación y su ética empresarial capitalista.
Ya adulto, asumiendo roles muy diferente, nunca dejamos de tratarnos con afecto.
En sus funciones de presidente de Brugal y Compañía, en la víspera nuestra cena-fiesta de fin de año, siempre lo visitaba para solicitarle el aporte acostumbrado en ron, le llevaba mis libros y casi siempre esa la ocasión se tornaba en un magnífico intercambio ideas que delataba sus profundas inconformidades con la manera de gobernar este país y la degradación moral del sistema.
DE NO SORPRESAS Y DE CÚPULAS ESCANDALIZADAS
Por esas experiencias vividas, conocidas, percibidas… a mí no me sorprendió la energía y entereza con que Franklin abordó en esa ocasión frente al Presidente Medina y a la elite empresarial los siguientes temas:
-El envilecimiento moral que penetra profundamente nuestra sociedad.
-El éxito personal referido al político que salta en días de la precariedad “a la opulencia” y al empresario que engorda fortuna con la “evasión de impuestos”.
-Los narcos que se pasean impunes por “todos los ambientes”.
-Las críticas al sistema de justicia, la denuncia de la impunidad y la aspiración a un modelo eficaz que sirva de “vacuna a la corrupción”.
-La importancia de la calidad en la educación y la convicción de que de no lograrse, todo lo invertido “nada vale”.
-La necesidad de una competencia “basada en el saber”, no en la mano de obra barata.
-El ominoso crecimiento de la desigualdad en medio del “progreso material”.
-La “superposición de los poderes” y la ausencia de calidad en las personas que dirigen el Estado. Los políticos que quieren controlar, pero no que lo controlen. Su aspiración perpetúa a los privilegios en detrimento de los votantes. El juego a la democracia en entredicho.
-La necesidad de desmontar la plaga del clientelismo.
-Los ingresos estales mal usados y sin transparencia.
-La falsificación estadística que implica el hecho de que se registre e informe siempre el alza de PBI, el crecimiento de la economía, no importa el comportamiento de los ciclos, favorables o adverso, con sequía y sin sequía, con petróleo alto o bajo, con exportaciones en buenas o en malas…
-La oposición a los extremismos, a los muros y a la violencia respecto al tema dominico-haitiano, junto a la apuesta al progreso en la parte haitiana.
LOS OIDOS SORDOS DE LOS GESTORES DE UN SISTEMA DECADENTE
Nada de esto nos sorprende a quienes conocemos cómo fue formado, cómo piensa y a qué aspira Franklin Báez Brugal.
Si le pica –y ya tronó uno de los jóvenes epígonos oficialistas- a los indolentes e insensibles ricachones (dueños del país), a los beneficiarios de la dictadura corrupta, a los gestores y beneficiarios del capitalismo realmente existente; que es un capitalismo neoliberal, gansterizado, decadente, voraz, afectado por una multi-mega crisis crónica a escala local y mundial, con un sistema jurídico-institucional cada vez más degradado.
Un capitalismo menos productivo y más especulativo, más financierizado, más parasitario. Que sobre todo en su periferia, incorpora las ciencias de la información, la micro-electrónica, la informática, la robótica… a los servicios y no a la producción.
Que se traga los frágiles mercados nacionales a través de los TLCs. Que promueve la minería destructiva para suplir sus carencias imperiales. Que propicia la desprotección nacional, la destrucción y contaminación ambiental, la usura y el endeudamiento desbocado en función del derroche, para cobrar compulsivamente vía FMI y asegurar el saqueo. Que auspicia los impuestos regresivos, al consumo, para proteger las altas ganancias del capital.
Eso es lo que explica las amargas anotaciones de Franklin sobre la declinación de la industria manufacturera en los últimos 20 años y sobre los resultados de los TLC: descenso de su valor agregado del 23,4% al 14.4%, 519 mil empleos en el 2000 y 411,00 en el 2014, baja competitividad, sobre-explotación del ser humano.
Explica el saqueo minero y la acumulación vertiginosa de capital a través del asalto al territorio (suelo, subsuelo y sobre-suelo).
Explica la alta concentración de ingresos, sobre todo en la economía de servicios, y una apertura económica en las últimas tres décadas que crea un paraíso para la burguesía transnacional (emporios turíticos, mineros, de la comunicación, bancarios, negocios inmobiliarios) y un infierno para los/as empobrecidos/as.
Un capitalismo privatizador y mercantilizador de la política, de la policía, de la seguridad; generador de exclusiones y discriminaciones como nunca antes, coaligado a la delincuencia común, sembrador inseguridad ciudadana y narco-corrupción.
Un capitalismo esencialmente irreformable, asumido por políticos y magnates sordos para garantizar su opulencia y ambiciones irrefrenables.
Franklin tiene en su cabeza un capitalismo clásico, regulado, más o menos keynesiano, con cierta ética burguesa, con un sistema político-institucional liberal burgués.
Por eso propone trasparencia y justicia tributaria, seguridad social universal, calidad educativa, reducción de las desigualdades, cese de la impunidad, desmonte del clientelismo y el continuismo, separación de poderes. Aunque se desliza al neoliberalismo en su propuesta sobre el pacto eléctrico, esencialmente privatizadora de un sector estratégico que debe conservar su carácter público con una gestión socialmente controlada.
El capitalismo de Franklin está fuera de su tiempo y espacio histórico. Incluso declina en el capitalismo central donde se conformó, y la propia Constitución del 2010 representa su negación,
Siempre y más ahora los ideales de justicia, paz, fraternidad, libertad y solidaridad humana, corresponden a un orden económico, social y político y cultural alternativo al capitalismo actual. Pensemos cómo desmontar el existente, cómo debe ser y cómo construir el sistema que lo reemplace. Lo otro, menos que poquito, es nada.
21-11-2015, Santo Domingo, RD.

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