Durante la participación en el Desayuno del Listín Diario de Ernesto Reyna, vicepresidente ejecutivo del Consejo Nacional para el Cambio Climático y Mecanismo de Desarrollo Limpio, acompañado de otros funcionarios de alto nivel del organismo, se pusieron al desnudo algunos datos de sumo interés que afectan la calidad del medio ambiente, y en consecuencia la calidad de vida de la gente.
El más impactante seguramente es el hecho de que el veinte por ciento de los gases que contaminan el aire que respiramos proviene de los carros con defectuosos sistemas de combustión y los camiones de transporte de carga donde la gran mayoría corresponden a equipos obsoletos, cuyo uso hace mucho tiempo que ha sido descartado en los Estados Unidos.
De ahí que Reyna, quien dispone una vasta experiencia acumulada a lo largo de muchos años sirviendo en este campo, insista en la necesidad de por un lado ampliar los sistemas de transporte público, referidos al metro y al teleférico como ejemplos, a fin de reducir el uso de vehículos individuales de los que sin duda hay un exceso de circulante. En este mismo sentido recomienda darle mayor amplitud al mercado de vehículos.
En el curso de la entrevista periodística salieron a relucir otros hechos preocupantes, partiendo de la realidad, tantas veces reiterada, de que nuestro país, como ya había advertido Al Gore, años atrás, en su impactante largo metraje “Una verdad inconveniente”, figura en el ranking de los diez más vulnerables a los efectos negativos del cambio climático.
Los más notorios que cabemos esperar en el futuro a mediano y largo plazo: un aumento del calor con un incremento progresivo de 2 y hasta 3 grados en la temperatura de aquí al 2050; menor cantidad de lluvias, con una reducción en la precipitación pluvial que también de manera creciente llegará al 15 por ciento por esa misma época; una intensificación en los períodos de sequía, o sea menos agua para consumo humano, la agricultura y la ganadería, lo que significa poner en riesgo la meta de garantizar la Soberanía y la Seguridad Alimentaria para la población que probablemente para ese entonces duplique o aún más los diez millones y medio de habitantes que pueblan el territorio nacional.
Insistimos una vez más que son pronósticos con sólido fundamento científico, realidades que ya estamos comenzando a sufrir, que no podemos ignorar y para enfrentar las cuales y prevenir sus consecuencias tenemos que estar debidamente preparados.
Es un reto de sobrevivencia que no admite dilaciones. Donde no hay espacio para indiferencia ni descuido. En que está en juego el futuro de las dos próximas generaciones: la de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Trabajar desde ahora en su favor es una tarea a la que sería imperdonable que no le prestáramos inmediata y necesaria atención.