Para que un país se desarrolle, debe promoverse un clima que propicie la inversión, tanto local como extranjera. Y esto sólo se logra cuando existen instituciones fuertes, un buen marco jurídico, políticas públicas, incentivos, seguridad, entre otros elementos claves.
En el caso de Haití, dichos factores son mínimos, por lo que hacer negocios en esta nación caribeña es una verdadera odisea.
La dificultad de hacer negocios en Haití afecta directamente a todas las empresas, especialmente a las que utilizan dólares para pagar sus importaciones y sus inversiones. La mayoría de las empresas pueden ajustar sus precios dependiendo del costo de los productos que importan, pero aún pueden tener muchas dificultades para comprar suficientes dólares para pagar sus facturas.
La escasez de dólares desestabiliza el mercado cambiario, lo que ha provocado que el Banco de la República de Haití inyecte millones de dólares en varias ocasiones, enfocándose en beneficiar a sectores específicos, sin lograr solucionar el problema.
Existe el tipo de cambio oficial al que la gente puede comprar dólares en los bancos y el tipo de cambio real al que la gente compra dólares en las calles. No sólo hay una gran diferencia entre estas dos tasas, sino que es casi imposible encontrar dólares al tipo de cambio oficial, por lo que las personas están dispuestas a pagar un 20 por ciento más para comprar los dólares que necesitan. Algunas empresas pueden pasar ese costo adicional a sus clientes, otras no.
La escasez de dólares se debe a la decisión del gobierno de reestructurar el mercado cambiario, a partir de octubre de 2020, al déficit presupuestario crónico y al déficit comercial; poniendo en dificultades a la mayoría de las empresas – como las de los combustibles – para comprar los dólares necesarios para pagar sus facturas.
Esta escasez de dólares ha provocado a su vez una escasez de combustibles, afectando profundamente a la población y a la mayoría de las empresas que dependen de generadores para producir su propia electricidad.
Esto no sólo afecta a la población en general, sino también a muchas empresas que enfrentan las mismas dificultades para comprar los dólares necesarios para pagar sus facturas.
A esta realidad se suma que los precios de los combustibles son artificiales, debido a que el Ministerio de los ha mantenido fijos a pesar de las fluctuaciones registradas a nivel internacional.
Esto quiere decir que en Haití el valor económico de los combustibles permanece sin variación, a pesar de los diversos factores que influyen en su costo.
El gobierno decidió recientemente que el margen de ganancia de cualquier empresa debe permanecer por debajo del 15 por ciento, de lo contrario sus ejecutivos pueden terminar en la cárcel. Una historia muy similar que nos recuerda cómo comenzó Venezuela hace años.
Nadie puede desarrollar un negocio bajo estas condiciones. Los supermercados, por ejemplo, no tienen intervención del Gobierno Haitiano en la cadena de suministros ni en la fijación de los precios. Por tanto, no sufren de escasez. En cambio, en Venezuela -donde se controla todo- hay escasez, incluso, en los supermercados.
Durante dos años consecutivos el PIB de Haití se ha contraído, lo que significa que la gente está ganando menos este año que lo que ganaba hace dos años. De hecho, según el Índice de Desarrollo Humano 2019, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), esta nación es una de las que peor calidad de vida tiene en el mundo.
Ante estas limitaciones de generar oportunidades para poder superar la crisis en la que por años se ha mantenido sumergido Haití, el sector privado tiene las manos atadas. Cada idea de negocios que logre materializarse choca de frente contra un muro de obstáculos que hace insostenible su permanencia, lo que se refleja en las inversiones extranjeras directas, que están en un mínimo histórico.
Hoy, más que nunca, esta nación caribeña debe generar una serie de reformas que incentiven la inversión y que favorezcan la generación de empleo. En lugar de considerar al sector privado como la causa de su miseria, el gobierno debería trabajar con el sector privado para reconstruir la economía.
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