PUERTO PRÍNCIPE.- Haití, con unos 11 millones de habitantes, se convirtió este 2021 en el país con mayor tasa de secuestros per cápita, al haber registrado 949 secuestros hasta el 15 de diciembre, frente a los 796 raptos perpetrados en 2020.
Así se desprende del informe sobre el Estado de los derechos humanos en Haití en 2021 elaborado por el Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos (CARDH) bajo el epígrafe «Hegemonía de pandillas y aumento de la delincuencia».
Entre los secuestrados este año hay 55 extranjeros procedentes de cinco países, aunque las cifras, según expone el propio documento, «no son exhaustivas», debido, en parte, a que las familias de las víctimas no denuncian el hecho ante las autoridades por haber agentes de la Policía involucrados en los secuestros.
Los bandidos advierten a las víctimas y a sus familiares de las consecuencias de realizar cualquier denuncia pública o policial y existe miedo de represalias o, incluso, de estigmatización social en los casos en los que mujeres raptadas han sufrido violaciones colectivas durante su cautiverio, indica el texto.
Uno de los casos de secuestro en Haití que ha recibido más atención internacional es el de un grupo de misioneros norteamericanos y sus familias, un total de 17 personas, entre ellas cinco niños, raptados el 16 de octubre después de visitar un orfanato a las afueras de la capital haitiana.
Los captores, la banda criminal 400 Mawozo, ha puesto en libertad a cinco miembros del grupo, aunque la congregación religiosa a la que pertenecen, Christian Aid Ministries (CAM), no facilitó los nombres de las personas liberadas ni dio detalles sobre las circunstancias de la liberación.
También tuvo repercusión el rapto y posterior liberación del periodista Alexander Gálvez, corresponsal en Haití de la televisión dominicana Grupo Telemicro, que tampoco aportó informaciones acerca de su estado de salud ni explicó si su puesta en libertad, tras nueve días de cautiverio, se realizó tras el pago de un rescate.
Los secuestros indiscriminados se han convertido en algo habitual en Haití y se han disparado especialmente en los últimos meses, tras el asesinato del presidente Jovenel Moise, ocurrido el 7 de julio y que causó gran inestabilidad en el país.
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