Todos los que estudiamos alguna vez recibimos las enseñanzas de las manos de profesores, algunos brillantes, otros no tan brillantes y la mayoría de esas enseñanzas las recibimos de nuestros padres.
Los que tuvimos la suerte de tener padres preocupados por sus hijos que fueran tan generosos con nosotros no solo nos trajeron a este mundo sino que también nos enseñaron a vivir en él. Yo soy uno de esos privilegiados. Perdí a mi padre muy joven pero mi madre me aseguro con su trato que iba a ser también un buen padre.
Partiendo desde la enseñanza familiar pasamos a la escuela, al colegio según sea el caso. La Salle fue mi segundo hogar hasta que llegó el momento de graduarme y pasarme al tercer estadio de la enseñanza; La universidad.
Fue una gran enseñanza, en ella aprendí a valerme por mí mismo, no por mi apellido. Entraba del paso de la dictadura de Trujillo al manejo de la enseñanza con autonomía. Fluyeron muchas ideas desde la comunista, la democracia cristiana y la escurridiza de un régimen que se iba; El reformismo.
Me gradué en Doctor en Derecho y pase 3 y medio años de mi vida en territorio europeo y más tarde en Chile. Tuve toda esa suerte que la vida a veces te presenta. Y las aproveche. Recibí el pan de la enseñanza con sentido crítico de profesores de nacionalidad y lengua distintas. Muchos de ellos con su propio libro de enseñanzas. Con asientos blandos o duros en aulas estrechas o anchas aprendí. La vida me enseño que para llegar hay que prepararse.
Aquí y fuera intercambiábamos ideas y más allá y la discusión se alimentaba del contraste del conocimiento que había en cada uno de nosotros. Había que estudiar, necesitábamos estudiar no importaba de la clase social que vinieras. Había estudiantes y también profesores.
A través del tiempo me convertí en defensor de la libertad y las buenas costumbres, muchos me siguieron y también se convirtieron de estudiantes a profesores. Recordemos toda una campaña inagotable que tenemos en contra de las drogas y el narco en nuestra sociedad, especialmente en la clase artística. Nunca he sentido vergüenza de ello, nunca me unte de ese vicio asqueroso. A través del tiempo hemos dicho una y otra vez las advertencias de los males que pueden acarrear las malas costumbres, muchos como los de aquella generación también me siguieron, otros, han decido escuchar desde fuera del salón permaneciendo en la sombra…por cobardía.