Redacción Internacional.- Un joven armado de 27 años tomó durante cinco horas a más de 70 rehenes en un Apple Store y exigió 200 millones de euros en criptomonedas para su liberación. La huida a la carrera del último rehén puso fin al secuestro.
El joven entró vestido de camuflaje a media tarde de ayer en la tienda de la céntrica plaza de Leidseplein y tomó de inmediato como rehén al primer cliente que vio, a punta de pistola.
Dentro del edificio había más de 70 personas en diferentes pisos, y cuatro se escondieron en un armario en la planta baja.
«Vivieron con miedo durante horas. Hemos organizado apoyo psicológico a las víctimas», señaló el vicealcalde Rutger Groot Wassink.
El secuestrador, nacido en Ámsterdam, tiene antecedentes penales relacionados con la Ley de Armas y Municiones, y, en principio, actuó solo, con un arma automática, una pistola y con un chaleco antibombas que durante el secuestro mostró como un supuesto chaleco explosivo.
Los detalles del secuestro
Fue el propio perpetrador quien se puso en contacto con la policía en cuanto llegaron al lugar los primeros agentes, y abrió fuego al menos cuatro veces contra ellos con un arma automática, disparos que los rehenes también escucharon.
Exigió 200 millones de euros en criptomonedas o se “inmolaba” dentro, y entonces empezaron las negociaciones: ya de noche, la policía logró que varias personas saliesen poco a poco del edificio, hasta contabilizar unas 70 personas, pero dentro de la tienda aún quedaba el secuestrador y el cliente al que apuntaba con la pistola.
Cerca de la medianoche, el secuestrador pidió agua y la policía se la envío con un robot hasta la puerta de la tienda, un momento de despiste que el rehén aprovechó para escapar corriendo, pero el agresor salió detrás de él, y los dos protagonizaron una carrera a la que puso fin un atropello del agresor con un coche del DSI. Todo eso también quedó grabado.
Con el atropello, la toma de rehenes había llegado a su fin. El secuestrador quedó tumbado en el suelo, mientras le apuntaban los francotiradores de varios lados -como muestran los láser de los rifles sobre su cuerpo- y un robot lo examinó en busca de explosivos. Cuando se confirmó que no llevaba bombas, una ambulancia lo trasladó con vida al hospital.