Muchas tensiones y conflictos domínico-haitianos se deben a la corrupción e impunidad, pero también a la ignorancia, fomentada por políticos desaprensivos para fundar espurios liderazgos promoviendo el odio. Mucho odio recíproco basado en justificados enconos del pasado y agravios del presente, exacerbados por inventos, confusión, incomprensión y también mala fe. Allá y aquí hay políticos monotemáticos entregados a la estúpida vanidad del hipernacionalismo, que daña más que fortalecer al estado de derecho.
Tanta ignorancia y odio me recuerdan al juez egipcio preguntando al asesino de Sadat por qué lo mató. “¡Por secular!”, respondió. “¿Qué significa secular?”, inquirió. “No sé”, dijo. Luego interrogó al que apuñaló a Mafhuz; dijo que “por sus novelas”. Confesó que nunca leyó ninguna. El matador de otro dijo al juez que fue “por sus libros contra el islam”. “¿Cuál leíste?”, preguntó el juez. “¡Ninguno! No se leer”, dijo.
El magistrado reflexionó: “El odio nunca se propaga por el conocimiento, sino por la ignorancia. Conocer crea tolerancia. Los odiadores ignoran casi todo sobre sus víctimas”. Los que saben son peores.
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