En la vida humana hasta la irracionalidad, el desenfreno, el descuido y la irresponsabilidad tienen que tener límites y cuando son sobrepasados debe regir un sistema de consecuencias, sobre todo cuando está de por medio algo tan trascendente y sagrado como es la salud de la población.
Por esa suprema y preponderante razón es realmente insólito y más que eso intolerable, que la autoridad competente, llamada a preservar el orden y la salvaguarda de la seguridad pública, haya permitido la multitud que aglomeró el domingo en Puerto Plata para acompañar a un peregrino que llevaba una cruz a cuestas.
No hay excusa ni explicación para haber permitido tal aglomeración de personas, la mayor concentración en un área pública luego de que comenzaran a regir en el país las normas de distanciamiento social impuestas como parte del estado de emergencia y las medidas sanitarias por la pandemia del coronavirus.
¿Dónde estaban las autoridades de Puerto Plata cuando comenzó a formarse esta concentración de gran magnitud, según se observa en los videos que por su carácter insólito se convirtieron en virales en las redes sociales?
Como resultado de supremo acto de inconciencia e irresponsabilidad ciudadana y la dejadez de las autoridades frente a su ocurrencia, el comandante policial de la plaza fue destituido, pero entendemos que el alcance de las acciones y sanciones tienen que tener un mayor alcance.
Otra pregunta no menos relevante, ¿servirá esta desafortunada y peligrosa experiencia para aplicar con anticipación medidas efectivas para evitar que vuelva a producirse semejante locura, porque de eso se trató, de un acto en que, además de desafiliar la autoridad, puede desatar un masivo contagio del Covid-19 con imprevisibles consecuencias.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email