Londres.- Julian Assange regresó en 2024 a su Australia natal tras casi 14 años de odisea judicial y cautiverio en el Reino Unido, que empezaron en 2010 tras publicar su portal WikiLeaks documentos clasificados con violaciones de los derechos humanos de Estados Unidos en las guerras de Irak y Afganistán.
El pasado 26 de junio, Assange, de 53 años, aterrizó en Camberra, después de sellar la víspera un pacto con Washington por el que se declaró culpable de un cargo de espionaje, castigado con 62 meses de cárcel que se conmutaron por los que había pasado de forma cautelar en el centro de alta seguridad londinense de Belmarsh.
Según dijo el 1 de octubre en una excepcional comparecencia ante el Consejo de Europa, su nueva vida en libertad requiere «algunos ajustes»: «Cosas positivas pero difíciles, como volver a ser padre de niños que crecieron sin mí, volver a ser un marido».
Fue precisamente su esposa, la hispanosueca Stella Assange, de 41 años, quien en el último lustro encabezó la campaña por su liberación, cimentando un movimiento mundial cuyo legado aún se construye.
Prisionero político
El Consejo con sede en Estrasburgo (Francia) le declaró entonces preso político y lamentó que el Reino Unido, en sintonía con su aliado estadounidense, no protegiera su libertad de expresión.
Aunque bienvenida, esta muestra de apoyo, como otras recibidas antes de la ONU o Amnistía Internacional, difícilmente podrán borrar el cuarto de su vida que el programador informático pasó encerrado en Inglaterra, sin haber sido condenado por ningún delito.
Su periplo por los tribunales ingleses comenzó cuando en 2010 fue detenido en Londres a instancias de Suecia, que quería interrogarle por un caso de presuntos delitos sexuales muy cuestionado y que finalmente se archivó.
Desde el principio, su defensa rechazó la petición de entrega al considerar que tenía motivaciones políticas y buscaba enviarle eventualmente a EE.UU., que le tenía fichado desde la fundación en 2006 de WikiLeaks.
Tras un año y medio en arresto domiciliario, Assange se refugió en la embajada de Ecuador desde el 19 de junio de 2012 hasta su expulsión y detención en abril de 2019 a requerimiento de Estados Unidos, cuando se le confinó en Belmarsh mientras se resolvía ese proceso de extradición.
Washington le acusó de 18 delitos de espionaje e intrusión informática por la revelaciones de su portal, que la defensa dijo que podían conllevar 170 años de cárcel.
Cuando estaba a la espera de un angustioso último recurso, en junio se conoció el inesperado acuerdo con la Administración estadounidense.
Durante su estancia en la legación ecuatoriana Assange, conoció a Sara González Devant, parte de su equipo legal y que cambió su nombre a Stella, con quien tuvo dos hijos: Gabriel en 2017 y Max en 2019, cuya existencia ella reveló en 2020 al iniciar su campaña pública. Ambos se casaron en prisión en marzo de 2022.
Hábil e imprevisible
Nacido en Townsville (Australia) el 3 de julio de 1971, la figura de Julian Assange, de tez pálida y pelo blanco, sigue rodeada de cierto misterio, en parte por la cautela exigida durante su larga batalla contra los poderes fácticos.
El antiguo ‘hacker’, de quien se decía que dedicaba horas a su trabajo sin asearse, comer o dormir, tuvo una infancia nómada, en la que su madre, la artista Christine Ann, cambiaba de residencia escapando del padre de su hermano menor.
En su juventud, fue procesado en Australia por delitos informáticos al acceder, con su grupo International Subversives, a sistemas protegidos de organismos oficiales, pero salió airoso con una mera multa al valorar el juez que sus actividades respondían a la curiosidad y no a fines delictivos.
Aún adolescente, se casó con una mujer con la que en 1989 tuvo un hijo, Daniel Assange, ahora diseñador de ‘software’. En los procesos en Inglaterra se reveló que tiene varios hijos más.
A mediados de los años noventa, Assange trabajó como programador de ‘software’ libre en programas de encriptado para Linux y colaboró en un libro de Suelette Dreyfuss donde expuso su filosofía de no dañar los sistemas informáticos a los que se accedía.
Tras estudiar Matemáticas y Física en la Universidad de Melbourne (aunque no se licenció), en 2006 cofundó WikiLeaks para exponer secretos oficiales que, en su opinión, deberían conocer los ciudadanos.
Controvertido, osado y perseverante, Assange ha dedicado su existencia a defender su verdad, en una cruzada contra la opacidad de los Estados por la que ha pagado un alto precio, incluido el drástico deterioro de su salud entre rejas, y un futuro aún incierto.