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La CIA y el asesinato de Trujillo: armas, venganzas y un golpe fallido

En julio de 1960, la CIA aprobó enviar 12 fusiles Springfield M1903 con miras telescópicas para francotiradores, aunque nunca llegaron a destino.

La CIA y el asesinato de Trujillo: armas, venganzas y un golpe fallido

SANTO DOMINGO.- Rafael Leónidas Trujillo, conocido como «El Jefe», gobernó la República Dominicana con mano de hierro entre 1930 y 1961. Su régimen, marcado por represión, culto a la personalidad y violaciones sistemáticas de derechos humanos, llegó a su fin la noche del 30 de mayo de 1961, cuando un grupo de conspiradores lo emboscó en una carretera cerca de Ciudad Trujillo (hoy Santo Domingo).

Sin embargo, detrás de este magnicidio no solo hubo disidentes locales, sino también la sombra de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, cuyo papel quedó al descubierto en documentos desclasificados bajo la Ley de Registros del Asesinato del Presidente John F. Kennedy de 1992.

La CIA y el suministro de armas

El informe Trujillo Kennedy 104-10214-10034 revela que la CIA, bajo operaciones encubiertas coordinó el envío de armas a los conspiradores. Entre 1960 y 1961, agentes como el cónsul Henry Dearborn y el empresario estadounidense Lorenzo «Wimpy» Berry actuaron como enlaces clave.

En julio de 1960, la CIA aprobó enviar 12 fusiles Springfield M1903 con miras telescópicas para francotiradores, aunque nunca llegaron a destino.

En marzo de 1961, la estación de la CIA en Ciudad Trujillo entregó tres carabinas M-1 (de calibre .30) a Berry, quien las pasó al grupo de acción liderado por Antonio de la Maza. Estas armas, según el informe, probablemente estuvieron en la escena del crimen, aunque no hay evidencia de su uso directo.

La CIA también envió subfusiles M-3 («grease guns»), pero tras el fracaso de Bahía de Cochinos (abril de 1961), Washington bloqueó su entrega por temor a otro escándalo internacional.

Los conspiradores usaban códigos como «Leica M-1» para referirse a las carabinas y «L M-3» para los subfusiles. Las notas se intercambiaban a través de la secretaria del cónsul o de la asistente administrativa de la CIA, Isabel Cintrón.

El documento detalla reuniones del Grupo Especial (órgano de seguridad nacional de EE.UU.) donde se discutió el derrocamiento de Trujillo. Richard Bissell, subdirector de Planes de la CIA, describió el apoyo a los disidentes como una «operación bastante normal». Sin embargo, hubo divisiones internas:

J.C. King, jefe de la División del Hemisferio Occidental, minimizó el rol de la CIA, alegando que solo «monitoreaba» conspiraciones.

Robert Owen, jefe de estación en 1961, presionó para enviar más armas, advirtiendo que la falta de apoyo haría colapsar la operación.

Un cable del 26 de marzo de 1961, autorizado por Bissell, aprobó entregar las carabinas M-1 como un «gesto de buena voluntad». Sin embargo, la burocracia y el miedo a repercusiones tras Bahía de Cochinos frenaron el envío de armas más letales.

El informe desmonta el mito de un movimiento democrático unido. La mayoría de los conspiradores actuaron por rencores personales o ambición:

Antonio de la Maza: Buscaba vengar el asesinato de su hermano Octavio, vinculado al caso Galíndez (el secuestro de un opositor en 1956).

Juan Tomás Díaz: General destituido por Trujillo, planeaba convertirse en el nuevo «hombre fuerte».
José René Román: Supuesto líder del «Grupo Político», admitió que no permitiría elecciones libres.

Incluso «Wimpy» Berry y su esposa, aunque proclamaban ideales antirrujillistas, estaban más interesados en influir en la política post-Trujillo, apoyando facciones conservadoras.

El golpe fallido

El asesinato fue ejecutado con precisión, pero el plan para instalar un gobierno provisional colapsó por:
Falta de coordinación: El «Grupo Político» no fue informado de la fecha del atentado.

Mala suerte: El general José René Román, clave para el golpe, no pudo ser contactado tras el magnicidio.
Represión inmediata: Los asesinos fueron capturados o muertos, y las confesiones bajo tortura expusieron el rol de Berry y el consulado.

El informe de la SIM (Servicio de Inteligencia Militar dominicano) obtenido por el FBI señala que, de haber participado más activamente EE.UU., «el golpe habría sido mejor organizado».

Implicaciones internacionales

La operación contra Trujillo se enmarcó en la política anticomunista de EE.UU. Tras el triunfo de Castro en Cuba (1959), Washington temía otro régimen aliado de la URSS en el Caribe. Sin embargo, la prioridad de la invasión a Cuba relegó el caso dominicano, dejando a los conspiradores con recursos limitados.

Un Legado de Secretos y Dilemas

El asesinato de Trujillo no trajo democracia, sino inestabilidad: en 1963, Juan Bosch fue derrocado, y en 1965 estalló una guerra civil.

La CIA, aunque evadió pruebas concluyentes de su participación, admitió en el informe que su apoyo fue un «gesto simbólico» que alimentó una conspiración fragmentada.

Los disidentes no estaban motivados por el deseo de vivir en una república libre La mayoría buscaba venganza o ganancia personal».

Hoy, el informe no solo expone operaciones encubiertas de la Guerra Fría, sino también las complejidades éticas de intervenir en regímenes autoritarios.