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La columna de Miguel Guerrero

Imagen sin descripción

Las empresas telefónicas hacen grandes aportes en beneficio de actividades culturales, pero el despliegue de publicidad que  algunas exigen a cambio le resta todo valor, como fue el caso, por ejemplo, de la excesiva colocación de anuncios dentro y fuera del Teatro Nacional el jueves pasado en la presentación de Cavallería Rusticana. Esta exhibición desproporcionada de propaganda, en este caso de Claro, es irritante y cuestiona el propósito de la colaboración, con lo cual se desnaturalizan las contribuciones, porque pierden el sentido real que se espera de ella: promover actividades dirigidas a mejorar el ambiente artístico y la sensibilidad del público. En otras palabras, impulsar el desarrollo del arte y la cultura.

Entiendo que en el patrocinio de funciones populares y de otro género, en lugares abiertos y en estadios deportivos, empresas patrocinadoras que intervienen en un mercado de mucha  y sofisticada competencia, como es el de las comunicaciones telefónicas, una compañía como Claro exija a cambio de sus aportes presencia promocional durante los espectáculos, pero en la solemnidad propia de una actividad clásica, como un concierto o una ópera en un teatro nacional, ciertos parámetros deberían tomarse en cuenta e imponer las limitaciones que la propia función reclama. No quedó área dentro y fuera del recinto en la que esa empresa no colocara sus anuncios, incluso lumínicos muchos de ellos. Sólo los baños quedaron libres de esta agresión promocional.

Las grandes compañías en el exterior patrocinadoras de eventos culturales se limitan a una breve mención en los programas que hacen posibles con sus contribuciones, demostrando de este modo su compromiso de responsabilidad corporativa. No intercambian publicidad por patrocinio. Me pareció de muy mal gusto el despliegue de promoción dentro del teatro por la empresa telefónica.

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