Miguel Guerrero.
Es austeridad lo que debería guiar a la próxima administración. Hablar de crecimiento con los problemas que confronta la economía es evadir la realidad, muy grave a despecho de la apariencia de prosperidad de la que se ufana el gobierno.
Tratar de agenciar más movilidad a la próxima administración a través de nuevas cargas impositivas, sin tocar a fondo el gasto público, sólo contribuiría a agregar incertidumbre creando un elemento de confrontación a un gobierno cuyo partido solo obtuvo en su casilla un 37 por ciento del sufragio, con un probable siete o diez por ciento proveniente del sector externo, muy sensible a los efectos de las políticas oficiales.
El catorce por ciento restante que hizo la diferencia, en la presunción de que todo marchara por las reglas, fue un voto clientelar que exigirá sin duda un pago extra, a una administración escuálida de recursos y una montaña de reclamos y promesas pendientes de cumplir.
El presidente Medina podría eludir el camino de la reforma tributaria, mejorando las finanzas públicas mediante un recorte sustancial del gasto, sin comprometer el apoyo que le condujo al puesto. Invocando la Ley de austeridad que el gobierno actual hizo aprobar y nunca respetó, podría llenar sus arcas.
Eliminando el infame “barrilito” y las odiosas asignaciones que periódicamente se hacen los congresistas, reduciendo a lo absolutamente indispensable el servicio exterior, bajando los sueldos de jeques de los ministros y funcionarios, poniendo el ejemplo con el suyo, sepultando las famosas” nominillas”, prohibiendo los viajes a reuniones en el exterior que a nada conducen, y suprimiendo celulares y gastos de representación a lo indispensable, podría hacer innecesario gravar al pueblo con nuevos impuestos.
Sería un excelente comienzo que señalaría la intención de distanciarse de aquello que en su oportunidad él mismo reprobó.
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