1.- La elasticidad sirve de base y fundamento ético y moral a la forma de comportarse la generalidad de las personas que integran la sociedad dominicana, lo que permite que cada quien accione a su mejor conveniencia. La flexibilidad domina la conducta.
2.- Aquí, entre nosotros, cada quien se maneja de la manera que más le beneficie, sin importar que la causa de lo que le favorece sea moral o inmoral, porque lo que vale es sacar ventaja.
3.- Hace tiempo que en nuestro país, la dignidad decidió ponerse en camino, irse y no regresar, porque muy poca gente la toma en cuenta. No es necesaria; ella ya no hace falta.
4.- No debe sorprender a nadie la forma como actúan muchos jóvenes de esta época, para los cuales da lo mismo ser honesto, que demostrar, no tener dignidad, ser indigno.
5.- El concepto “me da lo mismo”, forma parte del código de proceder que sirve de guía a la generalidad de los nuestros, que se mueven, actúan bajo la premisa de que “poco importa, igual da ser honrado, que ladrón, porque no hay desigualdad de trato para el sano que el inmoral podrido”.
6.- De mi madre aprendí lo que es el honor, tener decoro, levantarse con dignidad para llegar a ser merecedor de la buena opinión de sus conciudadanos.
7.- En mi niñez, no entendí la razón por la cual mamá me ordenaba cerrar la única puerta de bohío donde vivíamos, cuando al mediodía ella ya sabía que no iba a cocinar, a encender el fogón, porque no disponía de dinero para adquirir nuestros alimentos.
8.- Para mi progenitora, era una ofensa, un agravio a su dignidad, el hecho de que un vecino pensara que un hijo de ella estaba merodeando por el vecindario para que por lástima le dieran un plato de comida.
9.- Con el tiempo comprendí aquella postura de mamá, y la he asumido como norma de vida. No forma parte de mí, ni por asomo, hacer algo que en lo más mínimo lesione mi dignidad,
10.- Siguiendo la línea, el proceder de mi vieja, tengo la idea fija de que debo poner extremo cuidado, ser sumamente celoso en el cumplimiento de aquello a lo que estoy obligado a hacer o no hacer.
11.- En el medio social dominicano, ser engañador no es una afrenta, porque la trampa no hace deshonroso al infame que, con el mayor descaro y conducta ignominiosa, burla al que le depositó absoluta confianza.
12.- La dignidad tenía que dejar de tener vigencia aquí, para que la honradez dejara de ser importante, muy trascendente para un hombre o una mujer que quiere ser merecedora del respeto de sus connacionales.
13.- El desvergonzado, ese pícaro que anda por ahí, es el vivo ejemplo de quien ha preferido convertirse en un oprobio con dinero, que un comunitario virtuoso. No es lo mismo ser íntegro, honesto y estar armado de moralidad, que actuar como un vicioso, disoluto y pervertido.
14.- Ojalá llegue el día, y que sea pronto, cuando la sociedad dominicana comience a enaltecer al ser humano digno, y quede en el basurero de la historia, el que hoy está en el descrédito por ambicionar la mercancía dinero, sin bajar el lomo; haciendo de timador, robando mediante engaño, engatusando a diestra y siniestra, y sin misericordia alguna.
15.- Lo mejor de este país, las mujeres y los hombres dignos, esos que se han mantenido auténticos, de una sola pieza, que no se han dejado corromper por los viciosos sociales, deben continuar como hasta ahora, dando demostración de que no se van a dejar imponer la indignidad como forma de vida deshonesta.
16.- Es de desear que, más temprano que tarde, el ambiente dominicano deje de estar generando ciudadanas y ciudadanos adecuados para portarse de manera despreciable, vil e indigna. Se hace necesario formar connacionales nobles que sean honrados, sumamente dignos.