Ahora que se anuncia la clausura de la XX Feria Internacional del Libro Santo Domingo justo es valorar la evaluación preliminar externada por el ministro de Cultura Pedro Vergés en la que reconoce que la actividad, aceptada de manera unánime como la más importante en su género que se organiza en el país, estuvo “un poco” deslucida por las constantes lluvias provocadas por dos vaguadas registradas durante el período de la celebración.
Reporteros, como es el caso del autor de esta columna, que hemos dado seguimiento a las ferias de libros desde que apenas tenían categoría de Nacional, esperamos que como ha dicho el funcionario, se tome en cuenta el factor climatológico como uno de los muchos otros que pudieron haber influido en que la llamada “Fiesta de la Cultura” apenas se haya sentido entre la gente interesada en la lectura y su promoción en todos los estamentos de la sociedad.
En tertulias, grupos virtuales y redes sociales en los que interviene mucha gente que tiene el libro como una pasión, esos a quienes “la lluvia no le daña su fiesta”, se observó que esta vez la Feria no fue “su feria”. De manera que como el ministro Vergés ha reconocido que hubo factores que “deslucieron un poco” la propuesta del 2017, sería bueno investigar por qué el evento se vio como dirigido exclusivamente a los funcionarios y empleados del Ministerio de Cultura.
Debo decirle a Pedro, un amigo de más de tres décadas cuya calidad de intelectual y funcionario nadie cuestiona, que en años anteriores en los que abril llegó como un mayo por adelantado, hubo ferias que no fueron tan frías como la dedicada al gran René del Risco Bermúdez con el hermano país de Paraguay como invitado.
“El agua paga sus daños”, dicen los agricultores. Los daños humanos se compensan corrigiéndolos, lo que ojalá logre hacer el Ministro.
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