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La inminente decadencia de un imperio

Es lamentable que una nación tan poderosa como los Estados Unidos de Norteamérica haya entrado en un  inminente proceso de decadencia del cual es testigo esta generación.

El deterioro económico y moral se vislumbra en todas las actividades de la sociedad norteamericana, y es increíble que su agravamiento comenzara desde el 1962 cuando se prohibió en las escuelas la lectura de la Biblia y en 1963 la oración.

Durante 43 años la Suprema Corte ha estado librando una campaña para restringir la libertad religiosa, teniendo como consecuencia un deterioro en la conducta humana, inclusive de estudiantes, cuyo temor a Dios ha desaparecido, creando en las aulas una situación desesperante y casi incontrolable.

Otros ingredientes nocivos son el uso de drogas en las escuelas, el abuso sexual a menores, lo que no es un secreto;  la legalización del aborto, y el matrimonio entre personas del  mismo sexo,  que ya se estila en varios estados de la unión.

Entre el 1992 y el 2010, más de 700 estudiantes y adultos fallecieron en los Estados Unidos a consecuencia de homicidios y suicidios registrados en centros escolares, según datos estadísticos, y sin contar los ocurridos en los últimos años.

Los Estados Unidos constituyen tal vez el único país del mundo donde sus ciudadanos cometen actos de violencia mortal contra profesores, administradores y estudiantes en recintos escolares. Tristemente célebre es el caso de la escuela en Columbine que divulgara Michael Moore en su película Bowling for Columbine.

Lamentablemente Colombine no es la excepción. Es muy frecuente en los Estados Unidos el ataque con armas de fuego en contra de estudiantes, profesores y administrativos que en la mayoría de los casos termina en un desenlace fatal, con la muerte de ellos y del atacante. La mayoría de esos ataques son cometidos por estudiantes de la misma escuela. No hay un patrón geográfico en la ocurrencia de esos hechos violentos, sólo en Colorado y Pensylvania han ocurrido dos de éstos. En el resto de los lugares donde han ocurrido estos hechos son únicos.  Al menos cuatro estudiantes resultaron heridos, uno de ellos mortalmente, en la mañana del 27 de febrero de este año en un tiroteo en la escuela secundaria Chardon, del nordeste de Ohio, Estados Unidos, y uno de dos sospechoso fue detenido, informaron las autoridades.

Es muy difícil explicar qué motiva a uno o varios estudiantes presentarse en su escuela y agredir mortalmente a sus compañeros de estudio. Las razones son múltiples. Lo que si podemos decir es, que se sepa, estos hechos tan lamentables sólo ocurren en países capitalistas.

Por otro lado, el uso de cuantiosos recursos para financiar invasiones  como la de Irak y de Afganistán todavía afecta sensiblemente el bolsillo de los contribuyentes norteamericanos.

El economista Joeph E. Stiglitz, ganador del premio Nóbel y la periodista Linda J. Bilmes, afirmaron que en el 2008, el sexto año de la guerra, la contienda costará 12 mil millones de dólares al mes, el triple que al principio.

Calculan que las guerras de Irak y Afganistán, incluyendo la ocupación a largo plazo de ambos territorios, costará al erario estadounidense entre 1,7 billones y 2,7 billones de dólares –o más para el 2017. El interés de los créditos para sufragar esas campañas podría agregar otros 816,000 millones de dólares.

Ante tan sombrío panorama, no obstante las medidas de emergencia adoptadas por el anterior Presidente George W. Busch, fue inminente las quiebras de importantes instituciones financieras, como ya ha ocurrido, el derrumbe del dólar frente al euro, la galopante alza del precio del petróleo, el alto costo de los productos básicos de la canasta familiar, erosionando fuertemente la economía del pueblo norteamericano.

No importa, lo que haga ahora el actual Presidente, Barack Obama,  porque infructuosamente ha tenido que lidiar con una situación bien difícil y desastrosa, ante un imperio que va a un inminente derrumbe, por alejarse del Dios de los cielos y rendir culto a la riqueza.

Está llegando el momento que ni aún los indocumentados querrán ir, ni vivir en la tierra del Tío Sam, donde el “sueño americano” hoy  se ha convertido en una horrorosa pesadilla.

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