Al día siguiente de que se anunciara que el Premio Nobel de la Paz 2023 fue concedido a la activista iraní de derechos humanos Narges Mohammadi, por «su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán y sus esfuerzos por promover los derechos humanos y la libertad para todos», según informó el comité del Nobel al anunciar el importante galardón, la tensa calma en el Medio Oriente se resquebrajó por completo con el sorpresivo ataque perpetrado por el grupo terrorista Hamás contra Israel.
Esta fatídica noticia ha copado toda la atención internacional desde el pasado 7 de octubre por la magnitud de la tragedia y las numerosas víctimas, tanto judías como palestinas, eclipsando la importancia del premio concedido a esta mujer iraní de 51 años que está actualmente cumpliendo una larga condena en prisión, premiación efectuada después de más de un año de protestas lideradas por valientes mujeres en Irán bajo el lema de “mujer, vida, libertad”, desencadenadas por la muerte de la joven Mahsa Amini luego de ser detenida por la policía moral iraní, lo que naturalmente se entiende como un espaldarazo a su causa. Por eso luego del anuncio muchos de inmediato opinaron que este reconocimiento sería mal recibido por el régimen iraní, no obstante, la jefa del comité del Nóbel hizo una exhortación a su liberación para que pueda recibir este honor en persona.
Resulta desgarrador ver las violentas imágenes y leer las denuncias sobre salvajismos y abusos cometidos contra personas inocentes, incluyendo niños, mujeres, ancianos, y esto hace recordar los dolorosos relatos que precisamente Mohammadi escribió desde su prisión sobre cómo las mujeres iraníes detenidas en las manifestaciones estaban siendo abusadas sexual y físicamente.Aunque algunos especulan que Irán dio luz verde al ataque a Israel y que Hamás cuanta con su apoyo directo, Teherán ha negado su participación, lo que es innegable y horroriza, es que el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei haya celebrado el ataque expresando que “Besamos las manos de aquellos que planearon el ataque al régimen sionista», y señalando que «Las propias acciones del gobierno sionista son culpables de este desastre».
Mientras las viejas radicalizaciones entre izquierda y derecha llevan a algunos a justificar lo injustificable, y a expresarlo en las redes destilando odio y resentimiento, o dejándose arrastrar por este, debemos hacer conciencia de que el terrorismo es la más baja expresión del ser humano, que destruye vidas inocentes despiadadamente y siembra el pánico en muchos, haciéndolos igualmente víctimas de sus garras.
Muchos errores se han cometido, muchas vidas se han perdido, y muchos abusos se han perpetrado en este conflicto palestino-israelí, pero también muchos han apostado a la paz y han trabajado por alcanzarla, por eso en estos momentos debemos rememorar que en septiembre de 1993, hace justamente 30 años se firmaron los Acuerdos de Oslo con el propósito de darle una solución a este conflicto que se pretendía tuviera carácter permanente, lo que motivó que el Premio Nobel de la Paz en el año 1994, fuera concedido a Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina, quien luego de años de lucha reconoció el estado de Israel, inusitadamente junto a Isaac Rabin y Shimon Peres, ex primeros ministros de Israel.
Lamentablemente Hamás y otras organizaciones militares tomaron el poder en los Territorios Palestinos, negándose a reconocer el estado de Israel y clamando primero por un estado islamista y, más recientemente por un estado palestino soberano e independiente, con Jerusalén como capital.
En estos momentos en que la barbarie, la violencia y la sinrazón se esparcen, y en los que penosamente se evidencia lo poco que hemos avanzado, y que lo que con tanto trabajo se conquista puede desaparecer de cuajo, debemos hacer conciencia de que nada es más importante que la paz, y valorar los liderazgos que la promueven, rechazando los actitudes, expresiones y manifestaciones de violencia, que siembran odio y solo cosechan dolor y destrucción. La invaluable paz, se construye, se alimenta, se mantiene, con acciones continuas, así como tristemente tantas otras alientan pasiones y divisiones que explotan en guerras. Trabajar por la paz, es hacerlo por el bien de todos, eterna lección que la humanidad no acaba de aprender.
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